Entre los años cincuenta y nuestros días, Detroit ha pasado de tener 1,8 millones de habitantes a 700.000. Es un dato que resume por sí solo lo que ha ocurrido en esta ciudad, cuna de la potente industria automovilística norteamericana, en los últimos 60 años. La crisis iniciada en el 2007 fue el golpe de gracia para un sector muy perjudicado por la pujante competencia asiática. Las enormes cantidades de dinero inyectadas por el Estado en dos de las compañías más emblemáticas, General Motors y Chrysler, no han podido impedir el declive definitivo. La caída de estas empresas ha arrastrado a su capital, donde las estadísticas municipales han contado 78.000 edificios abandonados, además de la despoblación y el éxodo del centro hacia el extrarradio. Esa ruina industrial y urbana ha terminado por ser municipal. El consistorio de la ciudad ha solicitado la suspensión de pagos, lo que supondrá una grave quita para acreedores y ciudadanos. Los primeros, en forma de pérdidas por las deudas del ayuntamiento y sus empresas; y los segundos en forma de servicios, incluso de prestaciones económicas para los funcionarios y los pensionistas del sector público local. Los 15.200 millones de euros de pasivo que acumula Detroit suponen una deuda per cápita de 21.700 euros, una cantidad astronómica si se compara con los 731 euros de Barcelona e incluso con una de las más elevadas de España, la de Madrid, que es de algo más de 2.300 euros por habitante.