La educación es la garantía de futuro de un país. De tal manera que ninguna persona puede quedarse sin estudios, universitarios o no, por cuestiones económicas. La sociedad española encaja como puede el descenso a los infiernos económicos, intentado resistir en unas líneas rojas que pasan por la educación y la sanidad. Por eso resulta impropio que a los jóvenes acorralados por las crecientes e inesperadas carencias económicas se los arrastre hacia el terreno de la morosidad con la música, como fondo, del "habéis vivido por encima de vuestras posibilidades". Si, además, los estudiantes hicieron sus proyectos de enseñanza con la tranquilidad del aval del Estado, como es el caso de los más de 2.000 estudiantes de posgrado que acudieron al ICO, las consecuencias de no poder afrontar el crédito son un abuso.

Entre todas las lecciones aprendidas en esta prolongada crisis, hay una que sobresale y que procede de los lugares con capacidad de regenerarse y liderar. La mejor inversión económica que puede hacer en estos momentos una persona es en su formación. Y si esto es rentable para un individuo cómo no va a serlo para un país. El Ministerio de Educación de Mariano Rajoy no lo considera así: nada más tomar posesión, eliminó los préstamos del ICO, un flotador al que cogerse para cursar másteres y doctorados.

El modelo de créditos universitarios ha funcionado adecuadamente en Europa y en Estados Unidos durante muchos años. Pero es un hecho que el descenso de las rentas familiares y la elevadísima tasa de paro juvenil ha disparado a la vez la necesidad de ayudas en educación a un mayor sector de la población y la precariedad de los jóvenes. Y ciertamente hay muchos alumnos que desgraciadamente hoy en día no pueden hacer frente al pago de las matrículas, aunque algunos logran ayudas de las instituciones regionales.

Las subidas de las tasas --que han provocado un mayor desequilibrio en la cifra de las matrículas entre comunidades autónomas-- así como el endurecimiento de las condiciones para acceder a las becas han causado una tormenta perfecta que perjudica directamente al nivel de preparación general de la ciudadanía. Un nuevo golpe a la igualdad de oportunidades para todos los chicos y chicas vivan dónde vivan y tengan mayores o menores rentas familiares. Las demoras que no admiten ellos y ella son las de la máxima calidad y equidad en su educación. Para las otras, necesitamos una solución.