Hay pocas cosas más gratas que merendar de gorra. Todo sabe mejor si es gratis. Por eso es una tendencia natural intentar vivir a costa del vecino, como un parásito. La forma más elevada del parasitismo moderno es pedir prestado, disfrutar de lo lindo, y aplazar la deuda hasta el infinito. Pasa muchas veces. En España entre los que no pagan la hipoteca, o las letras del coche o los abusivos recibos de telefonía hay unos tres millones de personas con fama de malos pagadores. Y eso sin contar los que deben multas de tráfico o cuotas de la Seguridad Social.

Eso de no pagar, aparte de cómodo, es un acto de rebeldía social. Yo, por ejemplo, no le pago a Movistar porque da muy mal servicio. Se me ocurre que si ganan cien euros menos este año, los accionistas no lo van a notar. Pero llaman tantas veces reclamando la pasta, que parece que sus abultados resultados dependan de mi humilde cuota. La deuda tiene un carácter ambivalente. La gente la ve de forma muy distinta. Los hay que no están a gusto si no están endeudados, y los hay que no duermen si deben algo. Hay gente que se avergüenza por deber dinero y hay gente que se enorgullece.

En Grecia se tiene a gala no pagar, ni las deudas ni los impuestos, y así les luce el pelo. Dicen que la cosa viene de cuando Grecia fue durante siglos una provincia del Imperio Otomano. Negarse a pagar los impuestos a la administración turca era visto como un gesto de patriotismo. Les encantaba ser patriotas, y cuando se sacudieron el yugo de los turcos, los comerciantes griegos ya se habían acostumbrado a no pagar y así siguen, patrióticos hasta nuestros días. Pero no sólo es cosa de los griegos. Eso de no pagar es pegadizo. Se trata de una tendencia que afecta por igual a todas las clases sociales. Sin ir más lejos ahí está el señor Botín, que no le paga a Hacienda. O la tenista Sánchez Vicario , que en esto emulaba a su colega alemana Stefi Graff . Ha habido gente grandiosa como Wagner , Quevedo , o Shakespeare que vivieron agobiados por las deudas. La gente de mente amplia y miras elevadas no se preocupan por una pequeñez despreciable como el dinero.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que las deudas se pagaban con pena de prisión. En algunos países incluso se podía encarcelar a los hijos de los deudores. Era una necedad porque las cárceles estaban llenas. No pagar las deudas, como el tabaco o el alcohol, es una cosa que crea adicción y tiene mal remedio. Para eso de pagar los más serios son los alemanes. Lo llevan en los genes. Hasta tal extremo que en la lengua alemana la idea de ´deuda´ y ´culpable´ se expresan con la misma palabra ´schuld´. De modo que en alemán ser deudor y ser culpable es la misma cosa. Por extensión todos los países germánicos suelen ser muy serios en eso de cumplir las obligaciones.

A orillas del Mediterráneo somos de otra manera. Aquí la vida es más ligera y agradable. Los estudiosos de los bancos han calculado con precisión cuantos euros per cápita debemos los españoles. Y resulta que cuanto más al sur, y más cerca del mar, mayor es la tendencia a endeudarse y no pagar.

Claro que la costumbre se ha extendido lejos de nuestras costas. Ahí está Islandia, bien lejos del Mediterráneo, y tampoco paga. Los islandeses tuvieron la genial idea de convocar un referéndum para decidir si pagaban. Salió un ´no´ rotundo. Como al gobierno le daba vergüenza eso de no pagar, volvieron a convocar otro referéndum, y volvió a ganar el ´no´. Lo pueden preguntar cien veces y saldrá lo mismo.

Como se le ocurra a Rubalcaba anunciar en su programa electoral la convocatoria de un referéndum para decidir si queremos pagar las hipotecas, remonta en dos semanas toda la ventaja que le lleva Rajoy . A juzgar por las andanadas que el candidato del PSOE le propina a la banca, y viendo lo desesperado que está el PSOE, nada es descartable.

Además que eso de no pagar es muy cristiano. En el Padrenuestro de toda la vida se decía "perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Se mosquearon los de la CECA, hablaron con el Vaticano, y cambiaron hasta el Padrenuestro. Ahora no se perdonan las ´deudas´ sino las ´ofensas´.

En Grecia, como son ortodoxos, la banca no se ha salido con la suya, y en el Padrenuestro que rezan allí se siguen perdonando las deudas.

Claro que no todos los griegos son iguales. El más insigne de todos ellos, el insuperable Sócrates, hombre de intachable rectitud moral, que se suicidó porque se lo mandaron los jueces, dedicó sus últimas palabras a dejar las deudas saldadas, diciéndole a su ayudante: "Recuerda que le debemos un gallo a Esculapio ".