Casi al mismo tiempo que Colin Powell reanudaba en Bruselas el diálogo con los aliados europeos, buscando rehacer poco a poco la compenetración perdida, la Cámara de Representantes de EEUU daba rienda suelta a su malhumor contra los países que se han opuesto tenazmente a la guerra. Francia y Alemania, además de Rusia y Siria, quedan solemnemente expulsadas de los contratos para reconstruir el devastado Irak. El deseo de exhibir capacidad de castigar a los disidentes puede más que todos las llamadas a que haya magnanimidad norteamericana y se otorgue a la ONU el protagonismo de las decisiones sobre la reconstrucción de Irak. Las multinacionales amigas --en lo económico o lo político-- con el equipo de George Bush pueden estar tranquilas: el reparto del botín se hará a dedo y desde el Pentágono.

Cuando ni siquiera están destruidas aún todas las cosas sobre las que se negocia acerca de su reconstrucción, la Administración de Estados Unidos empieza a tomar decisiones sobre quiénes se llevarán la parte del león de los 20.000 millones de dólares que se invertirán en una especie de Plan Marshall a cuenta del petróleo de los iraquís. Tras una conquista ilegal, no puede haber una actitud mas cínicamente neocolonial que ésa.