TSte metieron los seis en el coche del Lili y salieron para la final cantando el himno, los cortes de manga por las ventanillas cada vez que cruzaban un pueblo y haciendo un concurso de gases innobles durante sesenta kilómetros (la Guardia Civil de Tráfico multaba a un pringao que aún no llevaba el chaleco brillante).

Llegaron a la ciudad a las doce y aparcaron junto a un surtidor de cerveza. Seis horas metiéndose birras y metiéndose con los insensatos que se atrevían a decir en voz bajita el nombre del club rival. Luego se fueron al estadio y entraron con el grueso de invitados para animar que su club había tenido el detalle de invitar. Respiraron el aire del estadio y fue tal su emoción que procedieron a cantar eso tan bonito de: "Huele a mierda aquí, huele a mierda aquí, huele a mierrrrda aquí... Tralarala, tralara, la, la...".

Lo de menos fue el partido, que ni el resultado recuerdan. Lo mejor fue cuando le metieron al jurata con la butaca y quemaron la base del marcador. ¡Fue la leche! El Lili saltando por encima de aquellos pringaos y metiéndoles patadas con las botas.

Luego, en la calle, la cosa se puso guapa porque el estadio estaba junto a la carretera y coche que pasaba, ¡zas!, pedrada a las lunas. Y lo de los cubatas en el bar de enfrente, que salieron por el morro, y cuando se mearon en las cajas de azúcar que había en el pasillo de aquel garito, y cuando echó la pota el Lili , que se pasó un mogollón comiendo pollo asao.

Lo de la fuente al llegar estuvo bien. Se bañaron y allí no había nadie. Igual ni habían ganado. Igual estaban en otro pueblo al que llegaron no se sabe cómo (la Guardia Civil multaba a un pringao que se había olvidado el chaleco).

*Dramaturgo