Caía el sol, a finales del pasado mayo, con rabia sobre el destartalado y boscoso poblado de Gabriel y Galán, sede de la Mancomunidad de Trasierra-Tierras de Granadilla. Un año más, se fraguaba lo que han dado en llamar Día de la Comarca . Todo un dislate, porque una cosa es la entidad mancomunada y otra muy distinta el marco territorial de la antigua e histórica comarca de Tierras de Granadilla, a la cual no pertenecen muchos pueblos de tal mancomunidad. Busque, pues, otro nombre para esa jornada, que se ajuste más a la realidad territorial que agrupa a los pueblos mancomunados.

Seguía el sol haciendo de las suyas y al poblado de Gabriel y Galán comenzaban a llegar autocares procedentes de los 15 municipios mancomunados. Arribaban medio vacíos. Una edición más de la fiesta y se mascaba el fracaso. Tal jornada festiva seguía sin cuajar en los ánimos del paisanaje de la zona.

Voces se han alzado de forma reiterada abogando porque la fiesta se haga de forma rotativa. Así, cada municipio, inmerso en una sana competitividad, intentará quedar por encima del que le precedió. Los paisanos harán turismo, al visitar cada año una población diferente. Se afianzarán los lazos intercomunitarios, lo que implicará cierto orgullo comunal y el nacimiento de una armónica solidaridad interpoblacional, tan importante para evitar que cada lugar se mire su ombligo y practique políticas de campanario.

Es preciso, pues, cambiar el marco de la celebración. Y es preciso, también, dotar al Día de la Mancomunidad de actividades y competiciones cimentadas en los valores de la zona. Sobran, por ello, escenificaciones de zarzuelas madrileñas o cuadros flamencos.

Vertebrar, en suma, una mancomunidad y su fiesta mayor requieren mucho tacto y un conocimiento exhaustivo de sus realidades históricas y socio-antropológicas, máxime cuando una entidad mancomunada desea caminar por las sendas del progreso pero sin olvidar la fidelidad a sus raíces.

Félix Barroso Gutiérrez **

Santibáñez el Bajo