El 26 de enero es el día internacional de la educación ambiental, cifrada históricamente en 1975, contextualizada en el seminario que se celebró en Belgrado. En ese lugar se establecieron los principios de la educación ambiental en el marco del programa de Naciones Unidas, bajo la denominada Carta de Belgrado.

Aseveraba Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Y, efectivamente, este mundo parece estar castigado en el tema medioambiental, como ese espacio que parece pertenecer a todos, pero que cuidan unos pocos. Merece ser una materia en nuestros centros educativos. El desarrollo sostenible no es una premisa del pasado, es una exigencia del futuro, del futuro con respecto a un planeta que debe ser preservado, y debe ser reservado de todo tipo de daños a su hábitat más preciado.

Cuando hablamos de las asignaturas del futuro una de ellas tiene que ver con ese escenario en el que vamos a convivir muchos miles de personas. Y el medio ambiente no es un compartimento estanco que no afecta a los que lo respetan el medio ambiente, sino a los que influyen en los malos usos. Y este concepto no debiera ser un hecho controvertido ideológicamente, si no que debiera ser el mayor de los consensos. El planeta deber cuidarse porque es el hábitat de nuestra vida saludable. Resulta duro observar el desmatamiento en muchas partes del planeta, al ver como la arboleda ha ido desapareciendo ante el vertiginoso empuje de los humanos en su afán de rellenar y ocuparlo todo. Sin tener en cuenta en muchos casos esas fuentes naturales como es el suelo, los ríos, los asentamientos de animales. Todo un conjunto de escenario y paisaje natural que procura darnos la convivencia necesaria.

Por esto es importante la preservación de nuestra naturaleza y que esa educación ambiental no sea la oportunidad de una moda, sino la convicción de que en este Planeta o lo cuidamos entre todos o nos abandonará a nuestra suerte, que no siempre es la mejor de las suertes. Lo comprobamos en las grandes ciudades y en aquellos países en los que la polución ha hecho mella en su salud y en el bienestar colectivo. De hecho, hay determinadas patologías asociadas a esta situación de emergencia en relación a nuestro medio ambiente.

Toca ya arrebatar el escenario de lo plausible, y darnos fortalezas en aquellas lecciones que hemos de haber aprendido a lo largo de la Humanidad y una de ellas es el respeto y la preservación a un medio ambiente limpio y sostenible.

La celebración de este día mundial de la educación ambiental debe servir para ir generando una opinión crítica y proactiva en favor de gestos, actitudes y regulaciones que protejan el escenario medioambiental como la casa común de todos las generaciones presentes y futuras.

Se trata, sin duda, de una lección de vida, de la capacidad del ser humano de respetar el hábitat donde nace, vive y se desarrolla en la armonía de un espacio que no pertenece a uno mismo, sino al equilibro de la propia naturaleza. Que es uno de los enclaves que humaniza e identifica al ser humano en su capacidad de proteger aquello que le va a dar la perdurabilidad de su existencia. De ahí que todas las campañas educativas que se lleven a cabo valdrán la pena; y si eso se hace desde la escuela y desde esa educación en valores mucho mejor. Porque desde la intuición de la educación en valores el compromiso se acrecienta.