Directora general del Instituto de la Mujer

El Día Internacional de la Mujer Rural tiene su origen en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer organizada por la ONU y celebrada en Pekín en el mes de septiembre de 1995. El objetivo fundamental que se persigue, que todos y todas debemos perseguir, no es otro que el de reconocer el importante y esencial papel que desempeñan las mujeres rurales en todo el mundo.

Al reconocimiento oficial e internacional de organismos como la ONU o la Unión Europea debemos sumar el nuestro. Como estos organismos vienen poniendo de manifiesto, la contribución de la mujer rural a la economía de muchos países es decisiva. Según estadísticas oficiales, las mujeres rurales producen entre el 60 y el 80% de los alimentos del planeta. Pero a esta importante labor productiva hay que añadir otras: las tareas reproductoras que supone el hecho de tener hijos y cuidar de ellos y las sociales, orientadas al mantenimiento de la cultura y la estabilidad social. Todo esto hace que el papel de las mujeres rurales adquiera una relevancia que tradicionalmente les ha sido negada, relegando su protagonismo a una invisibilidad que afecta tanto a la esfera de lo público como a la de lo privado, muy especialmente a esta última.

Por otra parte, el reconocimiento de la mujer rural, en este día, no debe limitarse a un mero formalismo que sirva para descargar la conciencia de quienes a lo largo de todos estos años no se han parado a reflexionar sobre qué supone ser mujer rural. Extremadura, sus gentes y sus poderes públicos deben formar parte de ese frente común que conforman las organizaciones internacionales y las asociaciones de mujeres rurales a favor de un trabajo que va mucho más allá del sostenimiento de gran parte de la población mundial. Nuestra región, sin ir más lejos, tiene un marcado carácter rural y, en consecuencia, defender los derechos de estas mujeres es defender los derechos de una parte de la población extremeña muy amplia.

Si bien es cierto que muchas de las políticas de la Junta tienen como objetivo final el mundo rural y la reciente creación de la Consejería de Desarrollo Rural así lo pone de manifiesto, no lo es menos que las distintas medidas políticas que se adopten se benefician del respaldo y aceptación que tengan entre los destinatarios directos o indirectos de dichas medidas. Por ello, se hace indispensable, a la hora de reconocer el papel de las mujeres rurales en nuestra sociedad, valorar, reconocer y hacer público el esfuerzo de millones de estas mujeres, sin cuya contribución este mundo sería bastante más precario de lo que ya lo es.

Actualmente ha surgido una clara tendencia hacia la visibilidad y protagonismo de las mujeres en los procesos de desarrollo rural en toda la Unión Europea. La futura incorporación de diez nuevos países traerá como inmediata consecuencia una serie de deficiencias estructurales que, de no ser tomadas en consideración, agravarán aún más la situación de las zonas rurales. Por ello las políticas comunitarias deben seguir reforzando la capacidad organizativa de las mujeres rurales, estimulando y apoyando las organizaciones empresariales de las mujeres, las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas y las asociaciones de mujeres rurales.

En definitiva, hay que apoyar y mejorar todos los procesos participativos que tengan como protagonistas a las mujeres rurales, haciendo compatible su vida laboral y familiar, reconociendo sus derechos como trabajadoras, como propietarias de explotaciones agrarias, como productoras de valores sociales, como defensoras de un modo de vida tan ancestral como vigente hoy día. A las desigualdades que venimos sufriendo las mujeres en distintos ámbitos de nuestra vida, no podemos añadir la de pertenecer al mundo rural y aún menos la de ser castigadas con la indiferencia y la falta de reconocimiento de la sociedad en general.

Por eso, en un día como hoy, hemos de ponernos a reflexionar sobre qué supone ser mujer rural y cuáles han sido y son sus importantes contribuciones a nuestra sociedad. Pero por encima de todo, el mejor homenaje y reconocimiento que todos y todas podemos hacer a las mujeres rurales es prolongar en el tiempo el día de hoy, tener muy presente que sin las mujeres rurales, nunca, ni esta sociedad ni este mundo hubiese alcanzado el grado de prosperidad que, desgraciadamente, no todos podemos disfrutar. Seguramente, en este sentido, quienes más lo merecen, menos tienen.

Como responsable de las políticas de igualdad en Extremadura, me gustaría pensar que entre todas y todos los extremeños vamos a ser capaces de apoyar y reconocer el trabajo de todas las mujeres rurales; esto vendría a significar que somos capaces de identificarnos con ellas y con los muchos valores positivos que representan para la prosperidad de nuestra tierra, de nuestra identidad y del proyecto común que para todos debe significar Extremadura.