Nunca imaginamos que llegaría una primavera en la que no pudiéramos ver el Valle del Jerte teñido de blanco por la flor de los cerezos, que la DGT no informara sobre el estado de nuestras carreteras en el inicio de las vacaciones de Semana Santa, que el miércoles santo no acabara con el Adarve iluminado por la luz tenue de las antorchas que acompañan al Cristo Negro, que San Jorge no se enfrentara al Dragón o que mayo no sonara a músicas del mundo con la llegada del Womad. No, no lo imaginábamos, como tampoco imaginábamos nuestra capacidad para reaccionar como comunidad solidaria y leal en la lucha contra un enemigo común que no entiende de fronteras, etnias o ideologías, y que ataca con especial virulencia a los más débiles.

De repente, nos hemos encontrado ante nuestra vulnerabilidad, pero también hemos descubierto la magia de la generosidad del ser humano y nuestra fortaleza al identificarnos como una comunidad que cada día expresa la necesidad deponderar el valor de sus servicios públicos y que se reconoce en la cohesión de ser Estado.

La inercia de nuestros micromundos individualistas nos impedía elevar la mirada para ver que valores como la empatía, la solidaridad universal y la acción colectiva son nuestra mejor arma para enfrentarnos a la adversidad desde la unidad.

Hoy, cada vez más nos reafirmamos en qué saldremos de esto juntos y juntas más allá de nuestras diferencias, porque si algo nos ha enseñado el virus es que somos iguales y que proteger a los más vulnerables nos hace más fuertes. Pero esto no podemos hacerlo sólo como sociedad, también hemos aprendido que necesitamos políticas públicas sólidas para no dejar a nadie atrás.

Vivimos días tristes y tremendamente duros, días que ponen a prueba nuestras emociones y nuestra capacidad de superación. Cada día que pasa es uno más, pero también es uno menos para comenzar a ver el horizonte que tanto esperamos. Mientras tanto, añoramos, reflexionamos, escuchamos, nos encontramos con nosotros mismos y con los que estaban ahí, nos descubrimos pensando un «te echo de menos o buscando esa complicidad que encontramos al caer la tarde en nuestros balcones.

Mis mayores me enseñaron que en las dificultades aprendemos a crecer, afiancemos este aprendizaje porque cuando todo pase, saldremos a un mundo nuevo que habrá entendido que no podemos circunscribirnos a nosotros mismos y que necesitamos pensar en global para dar respuestas a los tiempos actuales. Frente a esa solidaridad universal que se impone, nos encontramos con la intolerancia, el individualismo y el lastre de quien niega la realidad aferrándose a su ceguera y puede que a su narcisismo. Reivindiquemos nuestra fuerza y no permitamos que la deslealtad vuelva a situarnos en aquel momento en el que descubrimos que éramos vulnerables.

La autora es diputada del PSOE por Cáceres.