A estas alturas de la Historia, hay días para celebrar todo tipo de acontecimientos y efemérides. Hoy, por no ir más lejos, es el Día de San Valentín, que también es conocido como el Día de los Enamorados. Sobre este festejo hay diversidad de opiniones. Algunos lo aborrecen. Otros lo adoran. Hay quien defiende que cada día del año debería ser el día de todas y cada una de las parejas que se quieren, y que, por tanto, no hay que dejar los detalles, sorpresas, besos y caricias para el 14 de Febrero.

Hay quien espera ansioso este día para demostrar a la persona amada que lo es. Y hay quien dice que esto de San Valentín es un invento comercial para sacarle los cuartos al personal. En fin, opiniones para todos los gustos, para que no nos aburramos escuchando una melodía monocorde. Pero vuelvo a lo que iba, que no es de este acontecimiento del que venía a hablarles yo, sino de otro que tuvo lugar en la jornada de ayer, esto es, del Día Mundial de la Radio. Porque la radio también tiene su día. Pero, como el amor, ha de ser vivida y abrazada a diario. No basta con acordarse de ella una vez al año. Aunque está bien que se le tribute un homenaje al menos un día de cada 365.

PORQUE la radio no se apaga nunca. Siempre está ahí: informando, acompañando y entreteniendo. Y eso le hace merecer, al menos, un aplauso anual. Pero no como elegía, sino como impulso. Porque la radio tiene por delante un futuro esplendoroso, aunque haya agoreros que la estén dando ya por difunta. Porque esa cercanía entre comunicadores y oyentes nunca se podrá alcanzar desde la televisión, por ejemplo.

Porque no hay ningún otro medio que informe con tanta rapidez y precisión sobre la realidad que nos es más cercana. Porque la radio tiene ante sí una gran oportunidad de expansión en Internet, a través de los servicios de radio a la carta, podcast y emisiones online, que permiten hacer llegar cualquier programa al rincón más recóndito del planeta. Porque hemos sustituido los viejos transistores, en torno a los que se agrupaban las familias para escuchar las radionovelas, por unos teléfonos móviles que nos permiten llevar la radio en el bolsillo. Y porque, a pesar de los años y de los avances tecnológicos, en la radio se perpetúa lo esencial: esa sensación mágica que sólo se percibe cuando se escucha una voz cálida susurrando palabras al oído.