Me gustaría tener la pluma colorista de León Leal para trenzar esta columna, como él sabía hacerlo, a través de sus crónicas de la ciudad: las famosas "Ráfagas". Pero no es posible. Solía escribir sobre el hervor y el rumor de la calle, como deseo yo hacerlo ahora, en estas fechas entrañables, en medio del grato y genuino ambiente popular de esta tierra, con carácter propio. Porque el lector agradece los textos en que se ve fielmente reflejado, en su diario y apacible caminar por Cáceres.

En especial, en este diciembre, con rico carrusel de fiestas, entre alborozos y grandes bullas, desde la Constitución a Noche Vieja, más el mágico final de los Reyes. Todo ello iniciado en el pasado puente, con viajes a pueblos cercanos o lejanas ciudades, las onomásticas femeninas de la Inmaculada y la secular Encamisá de Torrejoncillo.Y, además, el tradicional bullicio en bares y cafeterías, con comidas, ágapes y encuentros, entre grupos de funcionarios, gremios, amigos y vecinos. Aumenta el gozo en amable compañía, y crece al compartirse entre muchas personas.

Mas se multiplica la explosión de vivencias en Nochebuena, en que se "tira la casa por la ventana", proliferando las descargas entrañables de besos y abrazos, se encienden las redes sociales con exultantes felicitaciones y no cesan de enviarse primorosos crismas. Las familias se quieren más, tras pelillos a la mar, dando luz verde al placer de "pasarlo bien", sin que nadie, esa noche, carezca de techo, plato y turrón. Es la España que sabe gozar, reír y sufrir, y querer a padres, hijos y hermanos.

La familia es una piña, regresado ya el hijo emigrante, y rodeada de niños, que, sin carteras escolares, se disponen a pasar las vacaciones más bonitas del año. Todo se perdona, mientras se derrama la paz y la esperanza en los hombres de buena voluntad. El belén es luz vibrante, suenan las esquilas del pino de Navidad, sonríe un barrigón papa Noel y locas panderetas nos hacen ser felices, en estas fechas especiales. Alegría que será torrencial en Noche Vieja, donde estallan jolgorios juveniles, aunque no faltarán los que tuvieron un año triste y aciago.

Al final, los magos son el epílogo de todo, donde abundan los regalos para chicos y grandes, en exultante epifanía de futuro mejor, sin conflictos que perturben la vida y termine, de una vez, la negra crisis, donde escasea el trabajo y no es fácil la convivencia.