Dramaturgo

Lo malo que tiene andar por los papeles como dibujo de coleccionista es que te usen para envolver pescadillas o para limpiar los mosquitos del parabrisas. El papel de periódico es uno de los materiales que caducan antes y las trascendencias que soportan, las vanidades mundanas que exhiben, las noticias y hasta las declaraciones universales, terminan salpicadas por la tinta de un calamar o la sangre de un kilo de cerdo. Más de una vez me he visto, tras un estreno o algún evento cultural, sobre el mostrador de mi amiga Charito sirviendo de envoltorio a cuarto y mitad de uvas.

El terrible discurso de Videla proclamando el estado de excepción en Argentina lo encontré arrugado en una página del diario Clarín cuando compré un bolso de piel varios años después, servía como relleno a una piel argentina, despellejada y lista para la exportación. Salvo las páginas donde aparecen el Rey o Rodríguez Ibarra y las esquelas que respeta y retira con sumo cuidado de los periódicos, mi amiga Charito ejerce con las otras una función histórica, de rodillo temporal, de monje flagelador de vanidades, y lo hace con el implacable gesto de envolver tomates, uvas y rajas de sandía. Por esta razón no espero ni quiero ser dibujo de la Historia que aparece en coleccionable. No pretendo ocupar un hueco porque no soy ningún personaje, pero aviso: ante la subida de precios del papel estraza, se dispara el uso de periódicos para envolver pescado y frutas.

No sabemos si el papel higiénico subirá pronto, pero me viene a la cabeza aquel retrete de colegio en el que colgaban de una punta (delicadamente recortados) trozos de diario atrasado que hablaban del "contubernio internacional".