A propósito del brote de meningitis en Sevilla, una ciudadana anónima dijo: «Esto se parece a las siete plagas de Egipto». Se equivocaba, pues ni fueron siete plagas, sino diez, ni se trata de un castigo divino, sino del efecto inevitable del sistema socioeconómico imperante sobre el ser humano. Un sistema llamado neoliberalismo que se derrumbará con estruendo, llevándonos a todos por delante, si antes no logramos un consenso internacional para acabar con él ordenadamente. Estas son las verdaderas diez plagas del neoliberalismo:

01.El cambio climático. El deshielo ha permitido recuperar los restos de un mamut enterrado hace diez mil años. Es la edad del permafrost, capa de tierra hasta ahora permanentemente congelada que ha empezado a desaparecer. Bajo el permafrost se conservan «viejos» virus como la viruela, la «gripe española» o el ántrax.

02.Nuevas enfermedades. La pandemia de coronavirus nos interroga: ¿Por qué? Por el cambio climático, pero también por la circulación global de seres humanos las 24 horas, el tráfico de animales, la masificación urbana o la invasión inmobiliaria de terrenos antes vírgenes. Es el mercado, amigos.

03.El robo de lo común. El capitalismo privatizó casi todos los bienes al alcance de la especie humana. El neoliberalismo se ha atrevido con lo intrínsecamente común: el agua (en manos privadas hace tiempo) y el aire (ya se vende oxígeno en bares de India: nada mejor que contaminar para poner precio al aire limpio). El concepto futuro de pobreza extrema podría ser no poder comprar para respirar. Ya saben que cuando hay amos, hay esclavos.

04.La perversión de la cultura de masas. Surgida, tal como la conocemos, de los avances de la imagen mecánica en el siglo XIX, ha pasado de ser un hábitat de comunicación global a convertirse en el sistema educativo por excelencia, controlado por el poder económico. Crecemos pensando lo que quieren que pensemos los dueños del dinero.

05.La patologización colectiva. El condicionamiento psicológico orientado a la productividad, el estrés crónico por la ausencia de descanso y por la precariedad económica, la obsesión por el poder («ser más», «tener más»), la imposición de cánones (físicos, sociales, económicos) imposibles de cumplir, y un largo etcétera, han sustituido el concepto de «sociedad del bienestar» por el de «sociedad del malestar»

06.La entronización de la identidad. Nada importa más hoy que diferenciarse con orgullo «del otro». Por la posición económica, por la ideología, por la sexualidad, por la apariencia física: da igual. La sociedad de consumo necesita vendernos productos constantemente, y para eso necesita compradores diferenciados.

07.La desarticulación del progresismo. Anchas capas sociales antes progresistas se reconvirtieron al neoliberalismo para sentirse mejor. La conciencia de clase baja desapareció en favor de una conciencia de ficticia clase media, un espejismo anclado en vidas precarias adornadas por costumbres liberales.

08.La abolición de la ética. Al reconvertirnos de ciudadanos en consumidores ya no importa la relación humana con «el otro» si no está basada en patrones de compraventa. Los principios éticos han sido sustituidos por los del mercado, y aquello que no puede venderse ni comprarse no tiene valor alguno.

09. El premio a lo peor del ser humano: la competitividad y el individualismo. La especie humana ha subsistido gracias a la cooperación y la colectivización, pero anida en ella también un notable narcisismo y una tendencia a la competición. El neoliberalismo ha anulado lo mejor y ha potenciado lo peor de nuestra especie.

10.El incremento del riesgo de catástrofe total. La propia existencia del planeta que habitamos se arriesga cada día de dominio neoliberal. Bien por vía de desastre climático, bien por vía de enfrentamiento nuclear pensado para garantizar los equilibrios de poder, bien por la derivación del capital que debería ir destinado a investigación hacia actividades no productivas que incrementan la riqueza especulativa.

Las diez plagas del neoliberalismo nos seguirán castigando hasta que comprendamos que el mayor riesgo, hoy, es no arriesgarse a cambiar. Cada día que pase veremos más claro el coste elevadísimo de la comodidad reconvertida de derecho humano en valor neoliberal.