Cuando Felipe González en la noche del 28-O de 1982 se dirigía al país para señalar los ejes básicos de su gobierno, veíamos en TVE las caras emocionadas de quienes lo escuchaban. La misma expresión tenían las personas que se deleitaban con las palabras del discurso de Barack Obama la noche del 4-N, según mostraban distintas televisiones.

Nuestra emoción venía dada por ser la primera victoria de la izquierda en la recién estrenada democracia, y por el recuerdo de quienes se habían quedado en el camino de la lucha por la democracia. Probablemente, los americanos se emocionaban por ser la primera vez que el derecho universal a que nadie debe ser discriminado por su raza tomaba la forma de presidente, y por el recuerdo de cuantos se quedaron atrás luchando por la desaparición de tal discriminación.

Nuestro 28-O por el cambio , fundamentalmente consolidó la joven democracia y generó expectativas sociales, cuyo grado de consecución se valoran más con la perspectiva del tiempo pasado. Su 4-N por el sí podemos principalmente acaba con la cultura histórica del diferente como inferior y genera expectativas para los ciudadanos del mundo para la causa de la paz, de la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza. Como es nuestro tiempo y los propósitos son comunes, que nadie se sorprenda de las lágrimas universales de felicidad del 4-N.

Víctor Rodríguez Corbacho **

Mérida