Acabado el colegio, la mayoría de los padres no disponemos de dos meses y medio de vacaciones, por lo que tenemos que buscar, como cada año, a alguien que se pueda quedar con nuestros hijos.

Ante este problema, las familias suelen recurrir a los abuelos o, si se lo pueden permitir, gastar una considerable cantidad de dinero para pagar a canguros, campamentos de verano. Muchos de estos lugares de estancia existen gracias las asociaciones de padres, que en esta época del año se convierten en empresas para contratar a personal, organizar excursiones y gestionar subvenciones. Todo esto se hace con el trabajo voluntario de muchas personas. El sistema educativo actual no solo cierra por vacaciones en julio y agosto, sino que desaparece también durante la Navidad y la Semana Santa. Hay unos 120 días no lectivos al año, la mayoría de los cuales son laborables para los padres. Pero aunque los maestros y las escuelas echen la persiana durante estos periodos, nuestros hijos continúan existiendo.

Ahora que la UE nos amenaza con las 65 horas de trabajo semanales, es indispensable recordar que una buena educación tiene consecuencias sociales importantes, por lo que los niños deberían estar más tiempo con sus progenitores. Tendríamos que ocuparnos de ellos sin tener que dejar nuestros puestos de trabajo, como ocurre en algunos países. Para conseguirlo, la Administración debería garantizar el mismo periodo de vacaciones para todos los trabajadores y mantener un sistema público educativo que funcione durante todo el año.

Miguel Piris Obrador **

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