La jornada de La violencia de género nos hizo ver que el mundo es como un jardín envenenado de dolor..., donde el sufrimiento no tiene fin. Estamos viendo las cosas más brutales. Se niega el derecho a la vida, se violan y asesinan a niñas adolescentes en una noche de fiesta. Cada diez minutos muere una mujer víctima de malos tratos a manos de su esposo o amante. ¿Si negamos el derecho a la vida, qué derecho queda?

Es necesario asomarse a la dignidad humana y descubrir su grandeza inimaginable. El ser humano no tiene precio. La dignidad del hombre es innata, no sale de nosotros mismos, de nuestra actividad, posesiones o inteligencia, está en nuestro mismo existir. Somos absolutamente irrepetibles, exclusivos. Cada uno tiene un sentido profundo, nadie es fruto de la casualidad, nadie es fruto del azar. Cuando una persona respeta la dignidad del ser humano, no comprende la seriedad de su existencia, el valor de su propia vida, la hondura de su proyecto personal. Cuando uno no cree en la dignidad humana, ¿qué ideas va a tener?

Son incontables los que no han sabido, ni son capaces de descubrir la belleza, el valor del hombre y la mujer porque les falta el amor. Cuando éste llega las hojas secas de la convivencia reverdecen y las ramas con nieve florecen. Cuando se ama el mundo entero huele a primavera. Se siente un perfume embriagador que deja pálida la faz. El amor es la palmera de la paz en los desiertos del dolor... Dejadme decir: ¿Conoce alguien el amor? Es una senda florecida, es un licor que hace olvidar. ¡El amor es un sueño sin fin! Es como un lánguido sopor entre las flores de un jardín... Es un fulgor sin cegar. Así el mundo será un huerto siempre en flor que nos convida a saborear.