TEtn esa especie de limbo mediático en el que estamos inmersos, en relación a un supuesto y futurible gobierno de nuestro país, vemos que cada día, vía redes sociales, aparecen pinceladas de asuntos que pudieran ser base de las negociaciones para la adquisición del sillón presidencial. Pues bien, siempre, y la trayectoria histórica de nuestro país está ahí, sale a colación el tema terrorista. Expresiones por doquier, y algunas tan hirientes como aquellas de importantes mandatarios públicos que definen a las bandas terroristas --criminales-- como movimiento político. Definir así es, además de faltar a la verdad, supone tener escasa capacidad de respeto para con la dignidad de las víctimas del terrorismo, que son muchas en este país, por desgracia. Verdadera lacra, y verdadero lastre para la democracia de este país.

Tengo que reconocer que como ciudadana de este país, para mí cualquier atisbo de benevolencia que no sea más allá que el estricto cumplimiento de legalidad con los terroristas, es detestable. Y es detestable porque el terrorismo se ha alimentado y se alimenta del sufrimiento humano, como forma de crear el caos e intimidar a la sociedad, en su conjunto. El terrorismo yihadista es buena prueba de ello. Pues bien, por desgracia, tuve la ocasión de seguir muy de cerca una acción terrorista, entrevistarme con abogados de, en este caso, la banda terrorista GRAPO, con un resultado fallido, y consecuentemente, el resultado fatal de la muerte del secuestrado.

En ese caso que estuve muy de cerca, en ningún momento por parte del entorno y aledaños de terrorista hubo atisbo alguno de humanidad para con la víctima y sus familiares. Al revés se trataba de un lenguaje sectario, violento, de reivindicación de una sociedad, basada en la violencia, como generadora de un movimiento totalitario. De verdad, francamente fue una experiencia frustrante y realmente lastimosa. Así pues, poco o nada que decir sobre aquellos que insisten en que estos criminales y organizaciones aledañas tengan razón de movimiento político alguno. Y, una vez, trascurrido la virulencia de los movimientos terroristas de nuestro país.

XY PODER DECIRx que el Estado posee los medios para derrotar a la mafia terrorista. Pues bien, si eso es así, y creo que es así, lo que no entiendo es ese tipo de declaraciones, estrategias y banalizaciones de determinados dirigentes políticos frente a lo que todos debemos de tener muy claro, el rechazo más absoluto a los terroristas y filo terroristas. Y más aun cuando esta sociedad les debe a las víctimas la dignidad de su reconocimiento, de su sacrificio y de su dolor, frente a la barbarie sistemática ejercida por los violentos.

No puede ser aceptable, por tanto, discursos y estrategias de grupos que se pueden llamar o considerar radicales, con contemporizar con estos lenguajes de simplismo frente a aquellos que remueven estrategias de terror, y argumentos de sometimiento de sus movimientos sociales. Esta sociedad ha crecido y ha sufrido con el radicalismo de estos violentos, y no puede sucumbir ahora a metalenguajes que pretenden sacudir la dignidad de las víctimas del terrorismo. Y esto, una sociedad que merece tener el valor de la humanidad no debe de tolerarlo. La legislación actual tiene tasado cómo juzgar y calificar esos comportamientos. Y no se debería frivolizar, y trazar, por el contrario, una línea roja para que aquello que ofende y denigra la dignidad de las víctimas no merece la calificación de expresión banal, y la reprobación más absoluta.