No sé con exactitud dónde apareció, ni siquiera con certeza quién me lo hizo saber, aunque me aventuraré, creo que era en Montevideo, y que fue a través de Benedetti o tal vez de Galeano como lo supe. Un grafiti en una pared decía El último en irse que apague la luz , tampoco sé si decía concretamente eso. La cuestión es que tal y como estamos gestionando, cada cual en su nivel, la actual situación política, económica, cultural, ecológica y sobre todo humana, creo que sería la hora de pintar en una pared "Ya hemos apagado la luz y nadie se ha ido". Y sin luz, me perdonarán, es difícil verse las caras, por lo que el juego de sombras adquiere protagonismo, y el yo no he sido , sálvese quién pueda se hace constante. La pelota va de un tejado a otro, para qué analizar el juego, sus reglas y sus despropósitos, y menos las responsabilidades, sólo evitar que la patata caliente esté en nuestras manos, y mucho menos activar cambios o modificaciones. Y así pasa lo que pasa, que no pasa nada, aunque pasen muchas cosas. Es lo más parecido a esa situación típica del profesor que ante la clase solicita un voluntario y nadie levanta la mano, no vaya a ser- La cosa es que damos tiempo al tiempo, esperando que por sí solo haga lo que nadie hace, o damos espacio al espacio, esperando que la distancia nos nuble la vista y sigamos a oscuras. Tarde o temprano, tendremos que dar la razón a Coque Malla : "Que nadie se queje, lo hemos vendido todo, tu nombre, el mío, a precio reducido, el viento, el frío están llegando a la ciudad". Pero no, tampoco, muchos y muchas, de una manera y de muchas maneras, hacen y hacen, actúan y actúan, quizá silenciosamente pero con fuertes voces, y por encima de todo, al nivel que vale la pena, el de la realidad cotidiana y concreta, en busca de la dignidad que empieza por uno mismo.