Las malas críticas no han impedido que Los amantes pasajeros recaude 1,9 millones de euros durante el primer fin de semana, una cantidad que ninguna película de Almodóvar había conseguido. Este suceso, que no es insólito, demuestra al menos un par de cosas: a) el público, el gran público, no escucha las críticas de las mentes preclaras y b) a veces las escuchan solo para actuar en contra de sus veladas recomendaciones.

Leí la nota sobre el éxito de Los amantes pasajeros mientras escribía un artículo sobre Yo confieso, obra maestra del catalán Jaume Cabré , devenido bestseller gracias a la traducción de parte de su obra a varios idiomas (entre ellos el castellano). Si bien me sorprende un poco que las malas críticas no hayan disuadido a miles de personas de ver la película de Almodóvar, el caso Cabré me sorprende mucho precisamente por lo contrario: se trata de un gran escritor que escribe novelas muy literarias con una técnica perfecta pero compleja. Sus libros son de gran calidad pero nada fáciles de leer, en contraposición con muchas de las novelas de consumo que copan las listas de superventas. Conclusión: el indómito éxito, que es el consenso de los muchos, no se aviene a las directrices de los pocos (es decir, los críticos). El paradigma de asimetría entre fracaso de crítica y éxito de taquilla tal vez sea Torrente, que pese a su escasa calidad artística llena las salas. Podría vestirme el frac de exquisito y repudiar sus películas si no fuera porque, ay, yo soy uno de esos espectadores de escaso gusto (¿tú también, hijo mío?) que disfruta con las malandanzas de este policía casposo y soez.