Hace unos días amanecimos con el Vaticano arremetiendo contra José Saramago , ya muerto (¿ya no respetamos ni los días de duelo?). Y desde la Diócesis de San Sebastián pidiendo la cabeza --el destierro, perdón-- del teólogo progresista Xosé Arregi .

Así, se ha puesto de manifiesto por enésima vez no ya que dentro de lo que se denomina catolicismo hay pluralidad, sino más bien que algunos, los que tienen el poder, van a su rollo, poco dialogante y más destructor que otra cosa. Y otros, muchos o pocos, pero que carecen de poder, de medios y de prebendas, y cuyos amiguitos del alma no son ni mandamases políticos neoliberales ni banqueros, siguen construyendo de manera positiva y constructiva a pesar de todo y a pesar de quienes tienen el bastón de mando.

Fui cristiana. Y desde hace más de una decena de años no sé muy bien lo que soy. Sigo creyendo en un-a dios-a y sigo empapándome de las reflexiones y del camino esperanzador, utópico y liberador de los y las Aleixandre, Küng, Guebara, Pagola, Casaldáliga, Ramón, Sobrino, Houtart, Cursach, De Castro ... muchos de ellos y ellas víctimas de las amenazas, de la violencia y de las injusticias del Vaticano y de las Conferencias Episcopales, cuando no de su desprecio más absoluto.

Y sigo asistiendo algunos otoños al Congreso de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII, que es algo así como una bocanada de aire fresco, y de vez en cuando gusto de escuchar y leer a las teólogas feministas, así como a los místicos que tanta paz aportan.

Ahora bien, sigo sin saber si merece tanto la pena la voluntad de quienes creen que puede hacerse la revolución desde dentro y modificar unas poderosas estructuras patriarcales que han hecho de la reivindicación del miedo, de la represión, de la sumisión, de la obediencia y del sufrimiento su bandera, que no aceptan la igualdad de mujeres y hombres ni la disensión ni la libre expresión... Y que desde los siglos de los siglos confunden espiritualidad con alienación.

Tal vez lo más sensato sea lo que hacen quienes viven, trabajan y se comprometen desde el cristianismo obviando (y desobedeciendo la mayoría de las veces, muchas de ellas sin hacer ruido) a quienes se dedican a fastidiar al prójimo.

Y sospecho que no, no son diferentes iglesias (la de base frente a la vaticana, por poner) ni distintos compartimentos de una unidad... Es mucho más, son diferentes dioses, diferentes espiritualidades y diferentes religiones. En otras palabras, unos se dedican a quitar cruces y otros no hacen sino crucificar constantemente.