Lo que Dios quiera, gracias a Dios, perdona por Dios, ¡vaya por Dios!, que Dios te guarde, Dios quiera que..., si Dios quisiera.., bendito sea Dios, ruego a Dios..., etcétera.

Oficialmente soy católico, en la práctica casi que no. Desde pequeño no he encajado bien con las liturgias y menos con los dogmas de fe. Creo que soy cristiano o más bien amante y seguidor de Jesucristo, su doctrina y su ejemplo, en un 95%. Creo en un Dios creador, padre, omnipotente, justo, misericordioso y bondadoso en grado sumo. Pero sigo ignorando su naturaleza, como recoge la última vía de Santo Tomás. Lógicamente, las frases enunciadas al principio me parecen correctas y loables. Pero no me agrada en absoluto que se jure por Dios.

Poner a Dios por testigo una persona que, por muy importante que sea, solo es una partícula infinitesimal de la Creación, para apoyar algo suyo, terrenal y temporal, para que la creamos, debiera considerarse blasfemia. Pero, en fin, las costumbres hacen leyes.

Hace unos días se escuchó a un lider político decir: Gobernaré como Dios manda. Preciosa frase, que muchos tomaron a chufla por su inconcreción. Yo no tanto, porque entendí que prometía gobernar bien, aunque no concretó. Ya me meteré con él si gobierna y lo hace mal. Lo que me preocupa más que otra cosa es que, entre mercados, agencias, banqueros, mangantes de alto copete y potentados, líen la de Dios es Cristo y aparezca un campeón o supermán diciendo: Aquí mando yo... por la Gracia de Dios. Eso sí que sería una soberbia blasfemia: llamar gracia de Dios a los antedichos. ¡Que Dios nos pille confesados!

Diego González Palacios **

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