XExs uno de los grandes absurdos actuales intentar hacer de la vida una victoria, con los espolones de un gallo de pelea, sin importar el brote de víctimas que se crucen en el camino. Hacer de las victorias un trajín de superioridades, empequeñece y atrofia. Queremos triunfar, algunas veces sin merecerlo, para escalar posesiones. La selva de trepas es para temerle. El afán posesivo es su enfermedad. Les afana el logro de alcanzar muchas cosas, aunque para ello tengan que tragar con ruedas de molino, sapos como castillos. Les puede la hambruna de bienes, epidemia que acrecienta el mercado de vidas humanas, siendo la nueva esclavitud que nos ronda y rueda. Bajo este panorama desolador, la tortura llega antes que la felicidad, porque en realidad el goce no está en tenerlo todo o en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace o en tener lo necesario.

Los éxitos actuales encierran pocos aciertos, más bien un montón de desaciertos, calvarios, salidas de tono y entradas de soberbios y violentos al campo de los días, que prosperan sin importarles los que fracasan por causa de sus formas, de su manera de jugar sucio, sin escrúpulo alguno. Sus atropellos y tropelías, están a la orden de día, instigan batallas con tal de llevarse loncha. Las moñas de dominios son malos hábitos.

Por contra, se han olvidado otros éxitos, como el de la honradez, la laboriosidad, la prudencia o la entrega incondicional de servicio a los demás. Tanto las universidades como las instituciones culturales, o los propios servidores de lo público, creo que tienen más que nunca la gran responsabilidad de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada incesante a la búsqueda de lo verdadero. Ya me dirán el ejemplo que dan esos políticos que se acusan de mentirosos unos y otros, que hablan por hablar o que por llevar la contraria dicen que los asnos vuelan. Desde luego, para tener éxito hoy sobra el talento, sólo hace falta echarle cinismo, descaro o desvergüenza. Por ello, pienso que ha llegado el tiempo de la acción, del entusiasmo, para hacer que la verdad impregne el mayor de los éxitos que está por conseguir.

A pesar de tantos lavados triunfales, o conquistas ganadas, la sociedad se ha vuelto más irrespirable que nunca. Aquí, entre tanto vividor cuyo éxito se supedita a poseer a don dinero como compañero de viaje, la zancadilla se comete con más frecuencia que en un campo de fútbol. En consecuencia, sólo hay que mirar para ver, que al paso que la legión de fracasados aumenta, el peso de torpezas diluvia.

El afán de superación, tanto en humanidad como en tolerancia, es lo que debiera potenciarse. Aprovechando la ocasión que nos depara el turismo, bien pudiéramos reparar entuertos, para entenderse y comprenderse en la diferencia. Por desgracia, tampoco podemos hablar de una sociedad de conquistas, porque realmente la pobreza sigue presente en cualquier esquina. Esos dioses del éxito, que tanto nos deslumbran, apenas valen nada. Prefiero la compañía de los marginados.

Desde luego, nos hacen falta otros éxitos, que nos dejen ver los horizontes claros. Cautiva ser un dios que todo lo sabe y maneja, cuando la duda lleva al examen y el examen a la verdad. Claro, luego pasa lo que pasa, que raramente el éxito tiene correspondencia con el mérito. Olvidamos que el equilibrio interior es la mayor de las ganancias, que lo gana cada cual con sus cada cuales, y que es un éxito de amor seguro, porque quererse uno mismo es lo primero, para querer a los demás.

*Escritor