WEw l imperio otomano abandonó el Oriente Próximo que había dominado durante siglos odiado por la población y derrotado al final de la primera guerra mundial. Hoy, Turquía, la heredera de aquel imperio, vuelve a la zona y lo hace admirada por los protagonistas de la primavera árabe que ven en la figura del primer ministro Recep Tayyip Erdogan y en su islamismo político moderado un modelo a seguir. En los casi 10 años que el Partido de la Justicia y el Desarrollo está en el poder ha elaborado una política exterior ambiciosa, calificada como neootomana, destinada a sacar a Turquía de su papel periférico y recuperar su zona de influencia histórica. Con el lema de "cero problemas con los vecinos", la Turquía de Erdogan se ha convertido en un importante poder blando capaz de mediar entre vecinos belicosos y al mismo tiempo tejer una red de importantes relaciones comerciales. Esta política ha tenido tropiezos recientes, como el que ha congelado sus relaciones con Israel, pero, al mismo tiempo, la primavera árabe le ha dado un nuevo empuje. Con su visita a Egipto, Túnez y Libia, los tres países que se han librado de sus regímenes autoritarios, Erdogan quiere ser el ejemplo de una democracia posible. Pero este nuevo papel de Ankara tras las revueltas crea también recelos. En las élites de Egipto, por ejemplo, que no están dispuestas a que su país pierda su condición de poder regional.