XDxesde el momento en que empezó la regularización de los inmigrantes hablan algunos de los perjuicios que ello nos traerá. Curiosamente critican este hecho quienes tienen la suerte de vivir cómodamente, con trabajo y sin temor a que ninguno de los suyos pase hambre. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y eso se llama simple y llanamente racismo, aunque esta palabra haya perdido parte de su significado. Es duro reconocer que nuestra sociedad es racista, y sucede como con las cucarachas que nadie las quiere en casa y nos afanamos por encontrar productos para erradicarlas, aun a sabiendas de que seguirán existiendo. Lo triste, es que lo de estos insectos se acepta, siempre y cuando no se vean, pero los inmigrantes necesitan casa, comida, vecinos, trabajo, convirtiéndose en compañeros y precisamente eso, la imposibilidad de igualdad está sembrando el odio en este país contra los extranjeros pobres. Es curioso, que a la gente con recursos económicos se les llame extranjeros, y a los que vienen sin dinero, inmigrantes. Muchos de nosotros caemos en ese error, sin tener en cuenta que es una injusticia calificar a unos u otros según el contenido de su bolsillo. Por desgracia, el dinero está por encima de todo razonamiento y no es lo mismo cruzar el estrecho en patera que hacerlo subido en un Ferrari. A ninguna de las personas que han estado apostadas días atrás a las puertas de los organismos para presentar documentos de regularización se nos ocurre pedirle un autógrafo, qué distinto es cuando se trata de algunos futbolistas o cantantes, aunque unos y otros procedan de los mismos sitios. Son muchos los avatares que sufren estas personas que se ven obligados a dejar su tierra, la mayoría por hambre y otros en busca de libertad, además de otras diferencias entre los ciudadanos naturales de un país y los inmigrantes que llegan a éste. No se trata sólo de la posibilidad de subsistencia entre uno y de otro, sino cuando un inmigrante comete un delito, la opinión pública le juzga, con mayor dureza que si lo hubiera hecho una persona autóctona. Todos tenemos responsabilidad ante esta situación. Es un trabajo de sensibilización en el que debemos colaborar. Ninguna persona debe tener más derechos, ni más deberes por razones de nacimiento, a ninguno nos preguntan de dónde queremos ser originarios. Los medios de comunicación son primordiales en esto, ya que la cobertura que dan en muchas ocasiones equipara la imagen del inmigrante con la delincuencia, y la opinión pública se forma una imagen negativa creando unos prejuicios que dañan a estas personas, cuyo único delito es no tener que llevarse a la boca arriesgando su miserable vida en esas pateras; donde vienen aglutinados, con hambre, con sed, con frío y con miedo, y si es que lo logran y pueden contarlo ¿Por qué ese intento de criminalizar a la inmigración por parte de no se sabe bien qué sector de personas influyentes? A base de repetir una y otra vez en cada telediario cómo se habla de inmigración constantemente como un gran problema de nuestra sociedad hemos dejado de sorprendernos. A fuerza de dar noticias de pateras al lado de noticias de delincuencia, y de insinuaciones de determinados políticos bien situados en lo social y orgánicamente dentro de su partido se ha creado en la sociedad española el temor de que las inmigraciones son intrínsecamente perjudiciales.

Por el contrario cuando se nos informa de la necesidad de la mano de obra extranjera debido al envejecimiento de nuestra población, cuyo resultado sería cómo mantener nuestras pensiones se percibe la resignación, y viene a ser algo así como, Desgraciadamente tienen que venir de fuera a trabajar a nuestra tierra, qué remedio , pero no se aboga por la buena acogida de esas personas necesarias, sino, que se insiste en ligarlos a orígenes dispares y siempre bajo la sospecha de la delincuencia, y realmente ¿la inmigración es un problema o el problema es que nos bombardeen constantemente diciéndonos que es un problema? Y otra pregunta que debemos hacernos ¿seguiría siendo problema si los pudiésemos tener encerrados en algún sitio y se les soltase sólo para trabajar y garantizarnos el estado del bienestar?

Por fortuna, no todas las personas autóctonas son público potencial de esos mensajes, unos directos y otros subliminales, y existen diferencias entre los que los apoyan alegando que son buenos, que nos ayudan al crecimiento social y económico del país, además de aportar colorido a nuestras costumbres, y aquellos otros que los odian argumentando que son malos, que nos quitan el empleo y son basura que inundan nuestras calles. No es un problema reciente, pero va siendo hora de tomar medidas y no dejar que nadie se aproveche de esta pobre gente dando mensajes alarmistas, bajo esa insensatez política, de desvergüenza y desmemorización, máxime si tenemos en cuenta que a todos esos racistas les ha importado un pimiento la grave situación de esos inmigrantes que arriesgan lo poco que les queda por un trozo de pan.

Frente a esos mensajes catastrofistas ha llegado la hora de combatir el racismo en España. Es el momento de actuar en la escuela, donde todavía hay pocos inmigrantes y la mayoría están recién llegados a niveles de primaria. Si empezamos ahora con estos valores de convivencia intercultural y de derechos humanos dentro de unos años nos ahorraremos problemas, porque llegará un día que esos niños se hagan grandes y empezarán a defenderse de los nativos, y esa lucha la debemos prevenir. Nuestros hogares deben ser el primer lugar donde se eduque a nuestros hijos en aras de la igualdad y las escuelas deben ser los agentes que utilicemos para formar las percepciones y los valores de los niños, ya que el racista, igual que el demócrata, no nace, sino que se hace. Frente a todos esos que critican, que fomentan y pretenden generar la insolidaridad, la xenofobia y la injusticia social debemos establecer límites hasta conseguir que unos y otros convivamos cada día más libres, más iguales, en armonía y en paz.

*Secretaría de Políticaspara la Igualdad. PSOE