TEts evidente que dos personas no discuten si una no quiere. Pero puede ocurrir que el que evade la discusión termine perjudicado, ya que el que calla otorga, como se dice popularmente. Sin embargo, el que habla puede meter la pata presentando un discurso erróneo, y salir malparado. Hay quien pierde el orgullo cuando no rebate o confronta por cobardía con quien tiene diferencias; hay quien reduce su crédito cuando no refuta por desconocimiento.

Pero a veces es la indiferencia hacia su rival lo que hace que alguien rechace una discusión. A esto es a lo que recurren los prepotentes que se creen superiores a sus contrincantes, o los pragmáticos que entienden que de las discusiones nunca se saca nada de provecho. De discutir y confrontar saben mucho los políticos. De hecho, su principal objetivo es llevar la contraria a sus colegas de distintas ideologías en las palestras --digas lo que digas me opongo--.

XUNAx legislatura política es una sucesión de cuatro años que dan mucho de sí para que los políticos enseñen sus mañas --buenas y malas-- y estrategias en el momento de rebatir sus programas con sus antagonistas. La disputa está servida un día sí y otro también en los espacios parlamentarios. Así, los ciudadanos, a través de los medios de comunicación, nos enteramos de cómo mienten sin pudor a veces algunos políticos, o de cómo intentan convertir mentiras en verdades --y lo malo es que a veces lo consiguen--, o de cómo callan para eludir tener que mentir --que no deja de ser no decir la verdad--. Y todo ello con el propósito de ganar sus disputas políticas.

Es evidente que los políticos de distintos partidos están obligados a discutir, porque el que calla otorga la razón a su oponente. Y además, el que debate sin razones convincentes no tiene apenas nada que perder, porque un número importantes de sus votantes seguirán palmeando sus discursos e introduciendo el votito en la urna.

Sin embargo, los ciudadanos a veces discutimos para defender el buen hacer y la buena reputación de ciertos políticos, dejándonos llevar por una pasión de la que ellos se reirían.