Escritor

El Partido Popular está dislocado. El aturdimiento a que están sometidos deviene de sus propias declaraciones. Consideran una ofensa el voto secreto en el Parlamento, cuando siempre debiera ser así. A esto se suma el jardín, o los jardines en que Aznar se ha metido llevado de su mesianismo cateto. Porque, es triste decirlo, hay algo de cateto y pueblerino en las decisiones dislocadas de Aznar y sus declaraciones sobre la guerra química y sobre la guerra en general. Es muy duro oírle decir que te quedarás aparcado en la historia si no te sumas a las decisiones de Bush: No queremos ver a España sentada en el rincón de la historia porque no se suma a una guerra. Hay algo de castigo divino a esta postura de Aznar, y de pérdida de masa encefálica. Pero si a esto se suma que la sangre se les ha subido a la cabeza, sería de observar lo que debe ser la lucha fratricida que deben de estar pasando los sentimientos, con las lealtades y el deseo de no perder otra guerra, que no se ve y que actúa en el seno de este partido, con sólo observar en el lío que se han metido, o los ha metido Aznar, en un momento además de despedida del líder y llegada del nuevo, con la enfermedad del insomnio. Desde cuándo no dormirán a pierna suelta Mayor Oreja y Rodrigo Rato, sobre todo éste, cuya ambición es enfermiza, que sólo hay que leer u hojear el libro que sobre la familia Rato de un autor que no recuerdo su nombre y prueba lo que es una familia con su fiereza, como la que al parecer mantiene con Ruiz Mateos cuando Rumasa cayó en desgracia. Para chafarderos, el libro está en El Corte Inglés.

Yo, señor presidente, quiero estar en el rincón no de los que no sirven , sino de los que no quieren la guerra, y menos una guerra programada por los trust de las multinacionales del armamento bélico. Yo no creo al señor Bush. Es más, para gran parte del mundo, está en entredicho el derribo de las Torres Gemelas. Porque es a partir de esa fecha nefasta cuando una élite del dinero y la guerra han perdido el norte, el sur, el este y el oeste. Y a esa guerra nefasta se suma nuestro presidente del Gobierno. Una guerra tan oscura como una noche de lobos.