WEwn la última semana se ha originado una gran polémica en Cáceres sobre si está suficientemente dotada, o no, de efectivos de Policía Nacional. El asunto ha surgido a raíz de que un agente de la Policía Local sufriera un intento de homicidio cuando un hombre al que detuvo le quitó el arma y le apuntó a la cabeza, disparándole en falso porque afortunadamente el arma estaba descargada. La Policía Local no tiene entre sus obligaciones específicas --sí como colaboradora-- la seguridad ciudadana y, por ello, es lógico que desde la Policía Local y desde el Ayuntamiento haya habido muestras de malestar por este suceso, al tiempo que se piden más efectivos de Policía Nacional. Cáceres, todo el mundo coincide en ello, es una ciudad segura, a lo cual necesariamente contribuyen los dos cuerpos policiales. La seguridad es también una sensación ciudadana y es por esto que, con independencia de si se necesitan o no más efectivos de Policía Nacional --que nadie parece dudarlo puesto que es una vieja reivindicación de la ciudad y el subdelegado del Gobierno acoge con los brazos abiertos más efectivos-- quizás la discusión pública sobre si tal cuerpo o tal otro hace más de lo que debiera contribuya a deteriorar esa sensación antes que a alcanzar resultados prácticos. Y lo importante son los resultados.