E l mundo es un criadero de especímenes humanos de todo tipo. Cada mortal descendiente del homo sapiens tiene su fisonomía y su carácter diferenciador. Nadie puede negar que el creador del mundo, fuese quien fuese, le echó imaginación y ganas para idear tanto hombre y mujer con peculiaridades distintas. La diversidad de la especie humana es un hecho satisfactorio. Tú no imaginas un mundo habitado por millones de humanoides con las mismas ideas, los mismos gustos, la misma gracia, la misma mala leche, el mismo donaire, los mismos deseos, la misma idiosincrasia. Tampoco quieres ver el mismo color de la piel en todos, ni la misma vestimenta. Qué aburrido.

Cada cual puede tener sus secretos inconfesables, siempre que no sean vicios que ocasionen perjuicios a los que le rodean. Los pensamientos impuros, los deseos obscenos o las imaginaciones perversas, son totalmente inocuas si no se llevan a la práctica. Así pues, cualquiera puede desear tener una cuenta en Suiza con 40 millones de euros ganados ilícitamente, o acostarse con la mujer de su jefe después de haber encerrado a éste maniatado en un armario.

Cada uno puede tener sus creencias religiosas, éticas o morales, pero debe abstenerse de hacer obligado partícipe de ellas a quien elija no creer en nada, aunque el crédulo esté totalmente convencido de que el incrédulo puede caer en desgracia posmorten, como por ejemplo la de ir de cabeza al infierno.

Todos tenemos derecho a ser charlatanes cuando los demás no se hagan los sordos; o sordos cuando los demás hablen demasiado. Tenemos derecho vestir abrigo en verano o a calzar chancletas en invierno. Cada cual puede amar a quien quiera y de la forma que quiera, siempre que no quebrante voluntades ajenas.

En el mundo cabemos todos, blancos, negros, listos, torpes, simpáticos, antipáticos, gordos, flacos, morenos, rubios, guapos, feos. La única condición es que cada uno ocupe su sitio y deje sitio a los demás. Y se aprenda de memoria dos frases que debemos poner en práctica: «Vive y deja vivir» y «La libertad propia termina donde empieza la ajena”. Aunque por desgracia hay quien tiene muy mala memoria.