TSton tiempos estos de divorcios consumados, deseados o falsos. Entre los primeros se encuentra el de los socialistas y Carlos Mulas . Dirá usted que ese es más repudio que divorcio y tendrá razón, pero al fin ambos consisten en la ruptura del matrimonio que es a lo que vamos. Escucho al secretario de Organización del PSOE tildar al apuesto exdirector general de la Fundación Ideas de golfo y hacer de él público oprobio con gran espectáculo, publicidad e hipocresía, como si fuera el primer pícaro militante en la regenerada formación que acumula tantas cruces en el mapa de la corrupción española al menos como el otro gran trincante.

Luego están los divorcios en grado de tentativa.

Ahí están Mas y Junqueras , presentando día tras día su memorial de agravios y su demanda eterna de separación, pese a que Rajoy no solo no piensa concedérsela sino que los ningunea, los desoye y alude a sus declaraciones solitarias de rompimiento conyugal con un escueto y despectivo: "no sirven para nada". Al menos estos catalanes, - no son todos- hablan claro. Porque Cameron, ese inglés repijo y aprovechado, -tampoco son todos-, no se sabe si quiere el divorcio de Europa, la separación de bienes o que su recalcitrante isla devenga en mantenida.

Otras uniones peligran por incompatibilidad de los cónyuges en los culebrones malolientes de CIU y Durán o del PSC y sus díscolos que desobedecen no ya a Rubalcaba sino al pobre Pere Navarro , al que autoridad, lo que es autoridad no le sobra.

Para finalizar vuelvo al principio y retomo a Mulas, cuyo divorcio algunos, como por ejemplo los vecinos, proclaman más falso que Iscariote. El caso es que en la pareja del ahora repudiado y su rubia consorte, no se sabe cuál de los dos era Amy Martin, aunque ella se llame Irene. Otra discípula más de Monipodio que añadir a esta fauna nuestra tan variopinta, exdirectora del Instituto Cervantes en Estocolmo por libre designación, y que tal vez escribía los artículos que la Fundación dirigida por su marido y subvencionada con nuestros impuestos pagaba a 3.000 euros. ¡Y yo con estos pelos!