TEtlegir entre Hamlet o Roa Bastos para caminar con una calavera en las manos e interrogarla sobre sus siglos. Y conseguir que hable cual hábil arqueólogo. En el caso de Roa Bastos, fácil tratándose de la absoluta majestad del Supremo que hacía hablar a perros y calaveras. En nuestro caso, complicado, porque existen calaveras que aun unidas a un cuerpo, engañan en cuanto a sus orígenes. Y llamar habla a sus gruñidos y a sus escorzos fonéticos, es carecer de nociones elementales de lingüística. Son las cosas de los tiempos o los tiempos de las cosas. Los ordenados escolásticos decían algo así como un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. Es, ahora, tiempo de calaveras gruñentes. O calaveras pasmadas ante su tiempo.

Ve uno calaveras adornadas con crestas y montadas en motocicletas. Espantan y zumban hasta llegarse a uno y quitarle el hipo. Decían los de Darwin que el hombre procedía del simio. Mañana dirán, cuando estas calaveras engendren, que el simio procedió del hombre por descarnamiento progresivo de la especie (del que la caída de la lengua u órgano del lenguaje, será un hito comparable a la aparición de la ameba en los charcos). Ve uno calaveras que esconden la rata sabia en su interior. Son las que te asaltan en los corredores mohosos antaño usados como cabildos y tribunales. Y no hay fantasmas que aliente, sino rata que chilla. De tal forma es que al clavarles el puñal, sangran. De ésas hemos escuchado gruñidos recientes: considerar que leyes en defensa de la mujer no son necesarias. Y no hay diferencias que abran abismos: entre crestas y ratas anda el juego. Hábil será (no deseo que Supremo) el arqueólogo que consiga su edad y sus orígenes.

*Dramaturgo