El Partido Popular se alza con la victoria en las Elecciones europeas, pero la interpretación que desde Génova se da a las cifras dista mucho de parecerse a la que en su día se manifestó respecto al Estatut catalán. Si hace tres años, con una participación del 49,4% del electorado autonómico y un respaldo del 73,9% al texto estatutario, se hablaba de "fracaso de Zapatero" y de "texto con mayor rechazo de la democracia", hoy una participación del 46% del electorado estatal y un respaldo del 42,23% a una candidatura política se interpretan como triunfo, animan a la derecha a exigir al Gobierno que plantee una cuestión de confianza, a que se adelanten las elecciones generales, e implican poco menos que la inocencia de dirigentes populares presuntamente implicados en tramas de corrupción. Y todo este espectáculo de doble rasero y euforia motivado por dos escaños y 600.000 votos más en unas elecciones que se producen en el contexto de la mayor crisis económica mundial de la historia y que, de antemano, todo español de bien , como diría Mariano, sabía que perdería el PSOE. ¿Hasta cuándo este doble rasero a la hora de interpretar los resultados electorales y para cuándo, de una vez por todas, una auténtica reflexión que conduzca a la clase política a evitar abstenciones masivas del electorado cuando es convocado a las urnas? ¿Acaso la gran triunfadora de estas elecciones no ha sido la abstención de una ciudadanía harta de discursos vacíos y políticos mediocres, y el gran perdedor el sistema democrático con las perversas interpretaciones que se hacen del mismo?

Alberto Ríos Mosteiro **

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