La apertura de la sede alternativa del PSOE en la calle Ferraz por parte del bando contrario a la gestora que ahora dirige el partido ha sido la gota que ha colmado el vaso de esta guerra sin cuartel en la que anda sumida la formación, donde unos quieren aprovecharse del favor del aparato para anular a la disidencia y los otros no están dispuestos a ceder sin quemar todas las naves, aunque ello conlleve su propia autodestrucción. ¿A quién se le ocurre montar una sede alternativa casi al lado de la oficial con el lema ‘Recupera-PSOE’? ¿Quién ha pensado semejante estrategia para captar ‘nuevos’ afiliados? Es más, ¿qué esperaban? ¿Que el partido, la gestora, se limitara a mirar para otro lado?

El PSOE se resquebraja por dentro y va camino de convertirse en dos formaciones distintas si, visto lo visto, ninguna de ellas está dispuesta a ceder ni aún perdiendo el congreso que se convoque antes del verano. Con un Pedro Sánchez destituido por el comité federal y repudiado por una parte importante del partido, y una Susana Díaz que, como dicen los Morancos, le llaman la Cruzcampo porque no convence más allá de Despeñaperros, ya me dirán que proyecto se puede hacer en un partido donde la unidad debe ser piedra angular si se quiere tener una oportunidad frente al PP y, no olvidemos, ser distintos a Podemos.

Es cierto que la estrategia de Susana Díaz era desinflar a su adversario. Es de cajón que si un líder resulta destituido, sin la fuerza del aparato tiene poco que hacer en cuando desaparece el foco mediático. Sin embargo, se resiste y ha encontrado una masa importante de militantes que no están dispuestos a consentir que se les silencie y, encima, participan de su misma tesis de que al PP ni agua aunque ello les lleve a la muerte. Con esas bazas, Sánchez sigue asomando la cabeza por encima de la tapia. ¿Cuánto tiempo? No se sabe ni si quiera si llegará al susodicho congreso, y si en realidad va a suponer una alternativa solvente frente al núcleo duro del partido (reforzado por el poco poder territorial que aún conserva el PSOE), pero que lo va a intentar no cabe ninguna duda.

Susana Díaz, por su parte, no va a perder ahora su oportunidad, pero tampoco dará el paso si no está segura de la victoria. La lideresa del sur, curtida en el aparato del PSOE andaluz, sabe muy bien que para alzarse ganadora hay que manejar bien los hilos del partido. Y en ello está: no en caerle bien al electorado, eso tendrá que venir después, sino en hacerse con el favor de las diferentes federaciones. Teniendo como tiene tras de sí a la mayoría y las que no están se encuentran divididas a partes iguales, es casi segura su victoria. Sin embargo, habrá que saber qué viene después y en qué condiciones queda la formación, la cual está sujeta a que en cualquier momento Rajoy convoque elecciones anticipadas y el pie cambiado les haga rozar la insignificancia.

¿Cabe la reconciliación antes de la cita? O mejor dicho: ¿Cabe un candidato alternativo que obligue a dar un paso atrás a los dos bandos? Esa tesis, defendida por algunos dirigentes como por ejemplo el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, parece imposible. Primero, porque ni Pedro Sánchez ni Susana Díaz están dispuestos a ceder por mucho que hablen de proyectos e ideas y digan que hay que huir de los personalismos. Y segundo, porque, a simple vista, no hay un candidato solvente y de consenso aceptado por ambas partes ni tampoco una tercera vía como se ha llegado a sugerir con Guillermo Fernández Vara quien rápidamente se ha quitado de en medio tratando de disimular que está alineado con Susana Díaz.

Todo indica que habrá pugna, lucha a cara de perro a pesar del temple de la gestora, y lo peor, que ambos bandos, con sus líderes a la cabeza, darán todo lo que puedan y harán todo lo que sea necesario para vencer, incluido cosas como abrir una sede al lado de la oficial para captar militancia afín.

A ver cómo luego se liman asperezas y se vuelve al partido que fue el PSOE, ese que arrasaba en las urnas. Ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores, y en este caso tanto Podemos como el propio el PP tienen mucho que ganar y muy poco que perder.