Parece simbólico que el papa haya elegido a doce refugiados de nacionalidad siria para llevárselos al Vaticano. Como los doce apóstoles, estas atribuladas personas han visto el cielo abierto, han encontrado a Dios o a san Pedro franqueándoles las puertas del cielo vaticano. El cielo está en la tierra y el infierno, también. Que se lo pregunten a estas agradecidísimas personas que han sido acogidas por el Santo Padre. El papa ha ido a Lesbos, y aparte de las diferencias religiosas, ha sido amablemente recibido por el patriarca Bartolomé y por el arzobispo de la iglesia ortodoxa, Jerónimo. Ha estado Francisco en el centro de detención de Moria, de donde se ha traído para casa a estos doce refugiados.

Para que Europa, y el mundo entero tomen ejemplo. Hay que sacar del infierno a los condenados inocentes. Un infierno injusto, si es que hay infierno justo, que yo no me lo creo. Dónde habría culpas tan grandes para tan grandes castigos como los que se pintan, cuando se habla o se escribe del infierno.

He visto en un fotograma del periódico, cómo un niño besaba la mano de papa, y no creo que hasta ahora nadie le haya besado la mano al papa tan de verdad, con el agradecimiento inexpresable de un niño, que representa el agradecimiento, por hoy, de la humanidad afligida.