Hace ya años que me viene diciendo mi compañero y biólogo Domingo Lorenzo, que el futuro de la docencia está en impartir las clases a nuestros alumnos de manera telemática. Es decir, un proyector, que en el futuro sería un dron «supersofisticado», proyectaría la imagen del profesor explicando a los alumnos la lección de cada día, sin tener que estar el profesor físicamente en la clase. Su presencia sería virtual.

La verdad es que debo reconocer que siempre he sido bastante escéptico ante el comentario de mi colega, por considerarlo poco viable, porque, si bien una conferencia puede hacerse de esa manera, y de hecho se hace a menudo entre universidades y colegios, lo de la «clase diaria» con alumnos de edades como los que nosotros tenemos en los institutos, se me antoja que es otra cosa bien diferente. Sin embargo, es ahora cuando más sentido empiezan a cobrar sus palabras.

Y es que ya, en España, estamos preparados, parece ser, para nombrar a un presidente autonómico de manera telemática. La presencia del candidato será virtual. No hace falta que esté en persona. Igual que el profesor en la clase: el docente, desde su propia casa, sin tener que desplazarse al instituto, estaría impartiendo inglés, matemáticas, filosofía, cualquier asignatura. Y como la tecnología no cesa de avanzar, incluso los alumnos podrían asistir de manera telemática a clase. ¿Por qué no? Incluso serían los propios alumnos, siempre hábiles en la exigencia de la equidad entre alumno y profesor, los que exigirían al Ministerio de Educación que, ya que los profesores van a clase de manera telemática, que ellos también quieren asistir a clase telemáticamente.

De tal manera que, a través de la realidad virtual se podría llegar a la realidad real de no tener que necesitar colegios, ni institutos, ni siquiera universidades, infraestructuras carísimas todas, que cuestan un riñón a las arcas del Estado. Por otra parte, todo lo que se ahorrara, podría hacer crecer de nuevo la hucha de las pensiones, para así poder ofrecer unas pensiones dignas y seguras a todos los pensionistas de España.

Y lo mismo pasaría en el Congreso de los Diputados y el Senado. La persona que, desde la tribuna de oradores se dirigiera a los diputados y senadores sería telemáticamente. Pero es que cada diputado podría proyectar también, desde casa, su imagen en su correspondiente escaño, y de esta manera, aunque en la realidad el Congreso estaría vacío, en la realidad virtual estaría abarrotado. Claro que algún diputado «avispadillo» y travieso se las arreglaría para proyectar una imagen congelada de él mismo en su escaño y, aunque virtualmente estuviera en el Congreso, en la realidad estaría, por ejemplo, paseando al perro o aprovechando para hacer unas compras.

¡Qué cosas tendremos que oír con esto de la tecnología! El problema será, tanto en la docencia como en la política, cómo poner orden real entre tanta actividad virtual.