Al final, resulta que el formato de la entrevista televisiva del pueblo versus Zapatero funcionó bien. Incluso ganó en audiencia al doctor House y a los Serrano , que eran los imbatibles. En La Moncloa andan encantados con el share obtenido por el presidente, a quien llegaron a ver más de siete millones de telespectadores en los mejores momentos (supongo que coincidiendo con lo del cafelito , que manda narices que ese haya sido el pasaje más comentado y reproducido de las dos horas largas de preguntas).

Pero me temo que no hay lugar para tanta euforia monclovita. Quien suscribe fue uno de los que estuvo frente a esa pantalla en la noche del martes. Y me aburrí bastante con Zapatero , aunque tampoco sea yo un fan del doctor House ni de los avatares de la familia Serrano. Me parece que el formato es válido y es valiente; la cosa tenía sus riesgos y, de hecho, no todo resultó tan ameno y variopinto como se esperaba. Esa gente corriente iba a la tele a preguntar por lo suyo, entendiendo que lo suyo para un joven es la vivienda exclusivamente, para una madre sólo las guarderías y para un jubilado apenas su pensión. O sea, algo tópico el asunto.

Pero me pareció más desafortunado el modelo que eligió para sí mismo ZP que el de las preguntas agrupadas por temas, con escasa posibilidad de repreguntar, que se otorgó a los muy correctos y educados preguntantes. El presidente estuvo en lo de siempre: que la economía va muy bien y que las leyes sociales son un éxito. Hasta el moderador tuvo que cortar el aria entusiasta y de optimismo antropológico zapateril. No se entiende cómo es posible que, con una previsión de audiencia como la que en efecto se logró, los asesores que aconsejaron a ZP que hablase de a quienes le interrogaban no le indujeran a que ofreciese alguna noticia que al día siguiente copase los titulares, en lugar de facilitar que los acaparase la desafortunada respuesta sobre el precio del cafelito.

Se ha dado un tímido paso hacia el periodismo ciudadano. Y es de suponer que Rajoy habrá aprendido algo para cuando le toque a él comparecer con el mismo formato: cuánto cuesta un café en un bar que no sea el del Congreso. O el de La Moncloa, donde ya se sabe que el café, hasta con churros, es gratis.