WHw ace apenas tres semanas, el capo más importante del tráfico de droga de Galicia, Manuel Charlín, abandonó la prisión por orden del Tribunal Supremo sin cumplir plenamente las condenas que le habían sido impuestas. Los magistrados instruyeron a la Audiencia Nacional para que volviera a calcular el tiempo que le quedaba en la cárcel al jefe del clan de los Charlines, sentenciado a 33 años por tres causas distintas --una de tráfico de estupefacientes y dos contra la hacienda pública--, a la luz de una sentencia del Tribunal Constitucional emitida en el 2008. El alto tribunal consideró entonces que si una persona era sometida a juicio mientras estaba en la cárcel por otra condena, el tiempo de prisión preventiva de la segunda causa debía ser descontado de la segunda pena. Es decir, que ese tiempo, que en el caso de Charlín fue de tres años, contó el doble, tres para la primera condena y otros tantos para la segunda. La chocante decisión del Constitucional --bautizada como doctrina Charlín--, podría tener alguna explicación racional en un delincuente de características muy especiales, pero no en reincidentes como este. Precisamente, Charlín no había obtenido beneficios penitenciarios porque se consideraba que el riesgo de que volviera a su negocio tradicional era muy alto. Por suerte, la entrada en vigor del nuevo Código Penal, a finales de año, acabará con una situación anómala, que ha contribuido a que los 33 años de condena del fundador del narcotráfico gallego hayan quedado en 20.