Leer no es recomendable, mantenerse informado a través de medios fiables, tampoco. Es mucho mejor seguir a Miguel Bosé, que es todo un ejemplo de coherencia, o guiarse por las críticas feroces de la multitud de promociones de médicos sin título que proliferan en las barras de los bares. A mí se me aparecen los ojos pintados de Bosé y le acompaño al fin del mundo, con la confianza que da conocerle desde hace años, desde Don diablo, ese prodigio del surrealismo, a Amante bandido, Bambú o Los chicos no lloran cuyas letras mejor no escuchar en estado de sobriedad absoluta. A su lado Fernando Simón es un ignorante, y sobre todo, un pinta. A un concierto suyo yo no iría, desde luego. Un muermazo. Es mucho mejor seguir a un cantante, hable de lo que hable, o dar por cierto todo lo que se escribe en las redes. Y así nos va.

Si nos creemos que ningún medio es fiable, acabamos por fiarnos de cualquiera, cuando sería mejor confrontar la noticia en todos los medios posibles, pero eso da mucho trabajo, y resulta mucho más satisfactorio indignarse, y deja mejor cuerpo. Además si uno se deja invadir por la información contrastada puede enterarse de tragedias evitables, de ancianos encerrados en su habitación que gritaban pidiendo ayuda, de residencias desbordadas y trabajadores al límite de sus fuerzas... todo recogido en el informe de Médicos sin fronteras, otros medicuchos (qué sabrán ellos que no sepan los expertos del botellín y el chato de vino) que se han dedicado a hacer turismo por el mundo a costa de nuestros impuestos, tal como dice una red social.

No se trata de hablar de negacionistas sino de ignorantes, de la prepotencia de la burricie frente a la humildad de la sabiduría. En los tiempos peores del confinamiento a todo el mundo se le llenó la boca culpando a los expertos de no hacer test y ahora que se hacen, se ve que el problema es que muchas veces ni los positivos ni los sospechosos quieren guardar cuarentena.

Y así, entre cantantes que cantan de más, sabios de barra e irresponsables que culpan a otros de su irresponsabilidad, vamos camino de un septiembre en el que, por desgracia, la pandemia ha conseguido que todo el sector educativo, familias, alumnos y profesores, tengan algo en común, el miedo.

Ahora solo queda ver si sobre este triste punto de partida, se llega a una solución basada en la información, el conocimiento y el sentido común, que prime la salud por encima de la economía, más allá de cualquier bulo oportunista, y por encima de toda demagogia.