La conferencia de donantes a Irak abierta ayer en Madrid bordea la obscenidad política. Bajo la batuta de EEUU, el Gobierno de Aznar organiza el evento, percibido como recompensa por su alineamiento con Bush, que reúne en un foro a ministros y delegados y, en otro contiguo, a las grandes compañías. El Gobierno alega que no se trata de una feria de contratos, pero las multinacionales europeas ven con irritación cómo las norteamericanas van al copo desde posiciones de privilegio.

Formalmente sólo se busca dinero para el devastado país en el ámbito del seudoconsenso de la ONU. De hecho se trata de afianzar la ocupación y aliviar la carga de EEUU en la reconstrucción material de Irak con las reglas económicas que fijó Paul Bremer a golpe de decreto y con el catecismo ultraliberal en la mano: las compañías extranjeras podrán entrar sin trabas y repatriar sus beneficios, salvo en el petróleo. ¿Era razonable dar este paso antes de aprobar una Constitución iraquí que lo ampare? No. Esta conferencia debió ser sólo una reunión técnica y celebrarse en el Banco Mundial. Así es una ominosa subasta, y quizá no se llegue a saber nunca cuánto habrá de donaciones, de créditos, de préstamos y de incentivos diversos en el total recaudado .