TEts frecuente, cuando se produce algún problema de tráfico con difícil solución, o al haber una situación conflictiva con algún sujeto que incordia a los ciudadanos, o si se produce un acto de incivismo de cualquier calibre, que algunas personas, indignadas, pregunten a voz en grito: ¿Y ahora, dónde está la policía? A continuación vienen los reproches: que si sólo están donde no se les necesita; que si nada más aparecen para poner multas, etcétera.

He visto cómo en una calle cortada para que pasen los escolares, cuando un malencarado conductor se ha empeñado en pasar, desafiando a la policía que custodiaba el lugar y ésta ha tenido que retenerlo y multarlo, los propios padres y madres de los niños han increpado con malos modos a los agentes. Y también he visto que si se transigía, dejando pasar al destemplado conductor, se les reprochaba la actitud a esos mismos policías que antes actuaron de la forma tan poco aceptada.

¿Dónde está la policía? Allá donde los mandan sus superiores, que a la vez son mandados por los políticos responsables, en nombre del pueblo que les votó, que les dió su confianza. Y actúan, salvo alguna excepción como en cualquier profesión y oficio, con responsabilidad y coherencia. No se puede, por tanto, hacer caer sobre ellos la carga de cualquier responsabilidad de alteración en la calle. Y menos entrar en contradicciones con respecto a sus actuaciones.

En democracia, debemos aprender definitivamente que la policía --local, en el caso que comento-- está para servirnos, pero en la medida en que nosotros como colectivo lo demandamos y no al capricho de la causa particular que nos afecte, reaccionando según el humor que ese día saquemos a paseo.

*Historiador y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Badajoz