Los que guardamos, decía Víctor Manuel. Disculpen haya elegido una canción que no tiene mucho que ver con el transfondo de la canción homónima pero sí en el sentimiento de no saber dónde irán aquellos besos que no diste, los que más te duelen, los que sabes recordarás por no haberlos dado.

Hoy esas letras del estribillo cobran más fuerza porque no son dedicadas a un amor imposible, platónico, o de verano, es la imposición que el amor a tus seres queridos nos ha restringido en esta pandemia y de la negación al contacto tan deseado que duele cuando no puedes realizarlo, precisamente por el amor que les confieres, precisamente porque quieres volver a abrazarlos. No debo ser el único, aunque parece que muchos no lo hagan, imprudentemente, o no tan imprudente, simplemente no pueden resistirse. Es difícil, se lo aseguro.

Yo no tengo la suerte de vivir con mi familia materna/paterna al lado, o con mis amigos/as de la infancia y adolescencia, sólo puedo verlos tres veces al año, Navidad, Verano y Semana Santa, obligaciones e obligaciones, no es una errata. Y que conste que nunca me ha gustado escribir ni sobre mi vida, ni sobre mis experiencias personales pues no creo sean de interés de nadie, pero esta vez sí lo veo oportuno, sencillamente por el dolor personal que me ha causado no hacer uso de ese beso ni abrazo a mis seres más queridos, fuera de la burbuja familiar, mientras veo, observo y leo como muchos rebrotes se producen en ámbitos familiares.

No es mi intención concienciar a nadie, Dios me libre, siempre he defendido y seguiré defendiendo la autonomía e independencia del individuo frente a la masa y máxime sobre todo ante sus sentimientos, pero hoy me es necesario recordar la cordura ante el corazón, la prevención frente al entusiasmo, la cabeza frente al amor. Quién me lo diría, cuando siempre fui lo contrario. Pues sí, hoy toca lo contrario.

Quiero pensar que los besos y los abrazos que no dí, fueron los más queridos, hacia mi madre, mi padre y mis hermanos, también hacia mis amigos, porque fueron los que con más cariño dejé de dar, los que más me costaron, los que más dolieron, pero los que con más amor rehuí y los que con más amor dí sin darlos.

Somos corazón y cabeza, pero a veces amamos más con el corazón que con la cabeza, por eso sé dónde fueron esos besos que esta vez no dí, dados con la cabeza y con el corazón, directo a los suyos.

Un beso y un abrazo.

* Maestro