TDtesde el 2004, la UE canaliza sus relaciones con sus vecinos del este de Europa y del Norte de Africa y Oriente Próximo a través de un marco institucional denominado Política Europea de Vecindad (ENP). A principios del 2011, las revueltas en el mundo árabe y la caída de dictadores como el tunecino Ben Alí o el egipcio Hosni Mubarak obligaron a la UE a revisar este marco. Bruselas entonó entonces el mea culpa y reconoció que había antepuesto la búsqueda de la estabilidad en su vecindario a cualquier otra consideración y que había tratado a los regímenes autocráticos como amigos, cerrando los ojos a las violaciones de derechos humanos y otras prácticas abusivas.

Fruto de este proceso, el 15 de mayo del 2011 la UE aprobó, y presentó con bombo y platillo, la nueva ENP. La relación con cada uno de los países iba a ser más condicionada y diferenciada. No todos los socios iban a recibir igual trato. Quienes avanzaran en sus procesos de reforma y democratización obtendrían mayor apoyo y beneficios de la UE. Por contra, los díscolos pagarían el precio.

La nueva ENP, que prometía un mayor equilibrio entre la defensa legítima de los propios intereses y el respeto a los valores que inspiran a la Unión, fue acogida --todo hay que decirlo-- con bastante escepticismo. Era fácil castigar a Ucrania, como ocurrió el año pasado, por el más que dudoso proceso judicial que llevó a la cárcel a la exprimera ministra Yulia Timoshenko . Incluso las directrices que acaba de publicar la UE, excluyendo explícitamente los asentamientos en territorio ocupado de cualquier futuro acuerdo con Israel --el más inmediato, de carácter científico--, y que no por coherentes con la retórica oficial comunitaria durante décadas dejan de ser una novedad, deben haber tenido algo que ver con el nuevo enfoque de la Política Europea de Vecindad.

XPERO LAx prueba de fuego aún estaba por llegar y finalmente ha llegado con la crisis en Egipto. Si nos atenemos a los principios por los que teóricamente ahora se rige la ENP, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Mursi , y sobre todo tras la matanza perpetrada por las fuerzas de seguridad el pasado día 14 --y teniendo en cuenta el sabotaje que el nuevo hombre fuerte del país, el general Abdel Fatah al Sisi , practicó sobre el plan de los mediadores internacionales, incluido el de la UE Bernardino León --, los ministros de Exteriores europeos debían haber tomado ya medidas más contundentes que una suspensión de la venta de armas de posiblemente nulas consecuencias.

Pero la UE --al igual que EEUU y la mayoría de los países de Oriente Próximo-- ha considerado que en Egipto está en juego mucho más que los principios de democracia y respeto a los derechos humanos. No ha querido cerrarse puertas, ha optado por lo que cree es el mal menor y ha abierto las puertas de par en par a la realpolitik. La estabilidad prima sobre los valores. El escepticismo estaba, pues, justificado: la nueva ENP se parece un poco más a la vieja.