Después de darle vueltas a la cabeza, con un reposo de 48 horas y la incredulidad hecha sin razón, desesperación, desconfianza o mala investigación, sigo perplejo desde el sillón del salón, los caminos de nuestra bella tierra, en las conversaciones...

En mi cabeza rozan, rechinan y dan vueltas "tweets" y discursos de estas últimas 'locas' semanas. Semanas de gran importancia para la democracia española, que gracias a nuestros bisabuelos, abuelos y padres nos han ofrecido como un tesoro, que poco a poco estamos desvalijando. ¿Dónde está el sentido común? ¿Dónde está el respeto? ¿Dónde está el valor de las personas? ¿Dónde está?...

Son preguntas retóricas porque cada persona sabe dónde está o dónde la tiene cada uno, pero sigo sin creerlo. Desde las declaraciones de uno de los políticos emergentes, como Iñigo Errejón, que estaba muy orgulloso de la liberación de Otegui, persona por todos conocidos de una gran bondad con el prójimo que no opina como él, y con gran sentido del diálogo (tono irónico). Pero ¡dónde vamos! Esto es un atraco a mano armada, seguro que de esto sabe mucho el personaje Otegui, que ha robado muchas vidas de personas libres directa o indirectamente.

Desde el mismo momento que todas las personas tienen 'su' razón para hacer, decir o creer de una manera libre, el ejemplo que le estamos dando a generaciones venideras es deleznable. Los pensamientos de Don Iñigo, que es la mano derecha de Iglesias, por mucho que le duela es la "derecha", le debemos decir que no todo vale, que no tiene la verdad absoluta porque no existe y que un asesino es un asesino, que un estado democrático es un estado democrático, que por eso está en el Congreso, que la vida no es blanco o negro, que el estado español le ha dado una educación escolar con una serie de asignaturas troncales como la historia, que para algunos podría ser ardua, pero es de gran ayuda para no cometer los errores del pasado, y que el pasado pasado es, no lo juzguéis, que no tenemos un 'ministerio del tiempo' para cambiarlo, simplemente vamos a asumirlo. Vamos hacer un presente y un futuro sin rencores, sin odios y sin prejuicios.

Ahora sé que la moda es ser "guay", pero en los sitios que hay que serlos, no donde la vida de los españoles está en juego.

Respeto todos los argumentos e ideologías pero que respeten los míos, y que respeten a una nación histórica, importante por su situación geográfica y por una unidad que beneficie a todos los que hemos nacido o han venido a nuestro país. Y algo principal, vamos a asumir lo que somos, vamos a enorgullecernos de tener lo que tenemos, y vamos a ser críticos donde debemos serlo. Señores, que debemos dar ejemplo, y este no es el camino.

Y la otra desazón es el señor rufián, el gran orador del siglo XXI, el señor que ha perdido la oportunidad de sacar pecho por los treintañeros que pueden estar en instituciones importantes, pero me doy cuenta de que algunos deberían volver a la EGB o la LOGSE, por si nos perdimos algo. Y que mi actitud debe ser chulesca, de desprecio y con un gran amor a mi y a mi ombligo. Nunca me enseñaron que era el odio, siempre me enseñaron a agradecer las oportunidades que me dieron, me dan o me darán y defender el diálogo y respeto, pero ¡NO!. Tendré que cambiar y me convertiré en un tirano despreciando a los demás, porque no piensen como yo. Me gustaría saber si tomo estas actitudes en las clases donde trabajo qué dirían. ¿Trabajaría mucho tiempo?

¿Dónde vamos? No quiero a radicales, no me gustan los que no asumen lo que somos. Siempre nos han dicho que la unión hace la fuerza, no la dividamos como lo hizo Roma para vencer a sus enemigos, porque al final perderemos todos.