TEtn los últimos años de la década de los setenta, chavales que vivían en Madrid y hacían música en las estaciones del metro formaron bandas de rock que marcarían una nueva tendencia musical en España: el Rock Urbano. Entre estos grupos neorockeros había uno que se llamaba Topo , que hacía un tema titulado Mis amigos . Era una canción viva, con un estribillo electrizante que decía "Mis amigos con los que jugué dónde estarán, mis amigos con los que hice la revolución-". Hablaba de amistad y juventud, de los billares de barrio en los que fumaban sus primeros cigarrillos y arreglaban el mundo a golpes de futbolín, de manifestaciones y carreras delante de antidisturbios. Eran los primeros años de la Transición y muchas canciones estaban llenas de mensajes ideológicos que durante la juventud se lanzan dejándose llevar más por la inquietud de la edad que por propia convicción. Por aquellos años a los jóvenes nos llegaba mucha información sobre nuevas propuestas políticas, pero desgraciadamente también comenzaba a entrar en nuestras vidas algo de lo que se sabía muy poco en España: la heroína. Sustancia que buscaba su sitio en las costumbres de una juventud desinformada sobre la verdadera peligrosidad de su consumo. También es cierto que la heroína ya presagiaba en sí sus malas mañas, y quienes caían en sus garras solían ser chicos en cierto modo temerarios, a los que ingenuamente gustaba ir siempre por delante.

Antonio Vega, Antonio Flores y Enrique Urquijo son claros ejemplos de jóvenes músicos brillantes de aquella generación que se subieron a la montura de un caballo indomable quizá porque nadie les avisó del carácter salvaje de la bestia.

Me atrevería a decir que aquella generación juvenil, la mía, fue la primera en comprobar y sufrir los devastadores efectos de la heroína. Y me atrevería a decir que si por entonces se hubiesen hecho las campañas de información sobre drogodependencia que se realizan ahora, seguro que algunos amigos desaparecidos con los que jugué ahora estarían vivos.