Ninguna ley de Educación ha tenido nunca consenso -no solo parlamentario, sino social-, o sea que tampoco hay que preocuparse por la Lomloe. Ya aprobada, durará lo que tenga que durar, una o varias legislaturas, las que sean, hasta que otro gobierno -otra ideología- impulse la suya. No afectará a la convivencia, el paso del tiempo o la propia educación. Asimismo, lo que se derive de su aprobación, lo que ya se deriva, protestas, recogidas de firmas, sentencias judiciales, tampoco es nuevo, salvo la rebelión de las cinco comunidades gobernadas por el Partido Popular, una novedad que también está por ver, claro. Tampoco ninguna ley de Educación se ha librado nunca de los reproches, las acusaciones, las críticas, o sea que tampoco esta iba a ser menos. Y, como las demás, los afeamientos que se le hacen proceden de la política, las familias, el profesorado, los sindicatos… Nihil novum, por decirlo de algún modo, decirlo pedante y decirlo por fin.

Sin embargo, sí hay algo nuevo esta vez: la opinión de la Real Academia. Es verdad que la Real Academia son unos particulares, por lo que su opinión tiene el mismo interés y alcance que la de la Conferencia Episcopal, por ejemplo, otros particulares, por más que ambas instituciones se consideren -las considere la sociedad- vinculadas a la educación. Por cierto, el parecer de los obispos sobre la ley todavía se espera. En cuanto a los académicos, la novedad no es solo que opinen por primera vez -y mal, qué le vamos a hacer- sobre una ley de Educación, sino que su opinión puede ser la única que ofenda al Gobierno, por encima de las quejas de padres, las acusaciones de la oposición o las carcajadas de los docentes. Porque es una opinión cargadita: “No es progresista, es reaccionaria”, han dicho. Es decir, lo peor que puede decírsele a un Gobierno que insiste una y otra vez -sí, es mucho insistir, pero es que insiste mucho, una y otra vez- en que todo lo que hace es progresista.

El gobierno de Sánchez e Iglesias, que no puede denominarse a sí mismo socialista ni podemista por no ser ni lo uno ni lo otro enteramente -parte PSOE y parte Podemos-, había encontrado en progresista la definición que necesitaba. Y llegan ahora los académicos y opinan que no, que mejor reaccionario