XAxsistimos estos días a un intenso pero sobre todo sonoro debate en el plano teórico acerca del mal llamado Fracaso escolar , que con más propiedad habría que denominar, y no con sentido eufemístico, Insuficiencia general del sistema educativo .

Es un hecho unánime aceptado que lo que caracteriza a una sociedad desarrollada es la calidad humana que tienen los ciudadanos que la conforman y ello sólo es posible si disfrutan de una educación que les dote de formación integral y les habilite para ejercer como miembros activos en democracia siendo responsables de su propio destino. Sin embargo, hay que considerar que no todas las personas tienen las mismas posibilidades ni parten de la misma situación inicial, porque las desigualdades son en ocasiones insuperables.

Sería utópico, por tanto, creer que se puede solucionar de un plumazo algo que marca profundamente a los hombres, ni siquiera con la aportación de un instrumento tan valioso y decisivo como es la educación.

Quien así lo crea pecará de ingenuidad o quien lo prometa estará haciendo un ejercicio estéril de demagogia que no conduce a ningún sitio. Y eso que la educación debe concebirse no como problema sino como solución que pretende equiparar a los seres humanos.

El éxito no se consigue con la sustitución nominalista de etapas por ciclos, cursos por niveles, ni con nuevas acuñaciones acrónicas cada vez más menguadas fonéticamente: LOGSE, LOCE, LOE en el terreno legislativo, sino con algo mucho más profundo y esencial como son auténticas reformas que aborden la renovación de los programas y contenidos, la coordinación y aprovechamiento de los recursos, las inversiones en bienes culturales, la imprescindible colaboración entre las administraciones y, fundamentalmente, con la idea sumida que debe animar la consecución de objetivos comunes y deseados por parte de lo que viene llamándose a veces hueramente como comunidad educativa.

Es necesario, por tanto, captar voluntades para, una vez consideradas todas las variables, lograr un consenso del que nadie debe ser excluido.

Factores filosóficos, económicos, sociales y culturales son los elementos imprescindibles par hacer un diagnóstico que aborde luego una estrategia que abra las puertas a una enseñanza de calidad y a un futuro fructífero e ilusionante.

Parece mentira que contando con las mimbres adecuadas --si bien desaprovechadas por culpa de todos--: instituciones sensibilizadas con el problema, profesores preparados como nunca en nuestra historia, padres cada vez más preocupados por sus hijos y alumnos que necesitan la mano de nieve que les haga despertar de la modorra y el desinterés, no sea posible construir un cesto precioso para llenar de valores y sentido nuestras vidas.

No podemos malograr esta empresa por protagonismos estúpidos, torcidos intereses ni coyunturas políticas.

No podemos renunciar a este reto porque están en juego la credibilidad y el porvenir de todos.

Podremos fracasar en junio, pero merecemos una nueva oportunidad en los exámenes extraordinarios aunque haya que sacrificarse durante el verano. Aunando esfuerzos, con generosidad y con entusiasmo conseguiremos un gran pacto escolar, que es el que todo el mundo reclama.

De este modo, podrá recuperarse la letra pero sobre todo el espíritu de aquella inolvidable canción de los sesenta que prometía: Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso . ¿A qué esperamos para cantarla todos juntos?

*Maestro