En La Zarzuela hay un nuevo equipo de comunicación, gente preparada para filtrar, aconsejar y redactar, y se ha estrenado con arreglo a los nuevos tiempos: con el fotoshop. Ni discursos, ni búsqueda de citas célebres, ni la preparación de una entrevista con algún poderoso medio internacional. Su misión ha comenzado eliminando a don Jaime de Marichalar de las fotografías oficiales de la Casa Real.

En tiempos anteriores, de menor comodidad tecnológica, hubiera habido que llamar a todos los miembros para un posado, pero gracias al fotoshop, pones la imagen en el ordenador, recortas y el duque desaparece, como en un ejercicio de alto ilusionismo. De manera paralela, en el Museo de Cera de Madrid, han llevado a cabo una función mucho más convencional, que ha consistido en un traslado: don Jaime ya no está junto a la Familia Real, y lo han llevado con los toreros, será por el paseíllo.

Esta desaparición tan automática y eficaz casi parece un problema ontológico, pero de la ontología anterior a Heidegger , cuando el ser y el ente se confunden, porque el duque esfumado como ente nos plantea si el ser Marichalar puede existir. Me imagino que seguirá siendo padre de sus hijos, porque de lo contrario nos encontraríamos ante un segundo Misterio de la Encarnación, y bastantes problemas hemos tenido ya con el primero, pero me fascina esta eficacia monárquica, que me recuerda la desaparición, casi ontológica, también, de otro ciudadano, el primer marido de la antes Letizia Ortiz , al que parece que ocurrió como a esos testigos protegidos de Estados Unidos, a los que se les concede vigilancia y nueva identidad en otro estado.

La metafísica siempre produce escalofríos, y la posibilidad de ser eliminado (tarjetas de crédito, número de la seguridad social, pasaporte, etcétera), dándole al botón de un ordenador, convierte a Huxley en un pardillo, que nunca imaginó el caso del duque esfumado.