Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Ya se sabe aquello de "donde no hay harina todo es mohína". Y la verdad es que después de conocerse los datos de la última encuesta de la EPA tenemos los españoles pocos motivos para sentirnos contentos. El nivel de desempleo que estamos alcanzando, el 11,4%, nos coloca como el país con más paro dentro de la UE, lejos del 8,3% de media de la UE. Si a ello añadimos que duplicamos la tasa de temporalidad de la UE y de que el ritmo de crecimiento de nuestra economía es muy lento, con una tasa del incremento del PIB del 1,8%, el panorama no es precisamente halagüeño, y sería lógico que las alarmas del Gobierno se encendieran.

Porque, aunque sea cierto que en un pasado relativamente reciente hemos tenido tasas superiores de paro y hemos superado el bache, no es menos cierto que esto no ocurrió por casualidad y que los gobiernos de entonces supieron poner las medidas adecuadas.

Buscar por otro lado el burladero de un ciclo económico adverso no justifican las cifras al compararlas con las correspondientes de los países de la Unión Europea, ya que la mayor o menor bondad del ciclo económico nos afecta a todos, aun admitiendo que no a todos por igual.

Algo tendrán que ver las políticas nacionales, máxime cuando nuestro Gobierno se empecina en no inyectar dinero a la actividad económica, con una política de austeridad a ultranza que defiende un déficit cero, muy lejos de lo que hacen economías más dinámicas y desarrolladas que la nuestra, como la alemana, la francesa o la italiana, máxime cuando el único dato positivo de la EPA, el crecimiento de la población activa, debiera precisamente empujar a políticas inversoras. Los datos generales, aunque malos para todos, son sin duda peores para algunos, y lo son no de manera coyuntural sino más bien con perseverancia sistemática. La cohesión territorial sigue fallando y sería tan injusto como suicida enzarzarse en estériles disputas de culpabilidad, que pretenden transformar las víctimas en reos. Tan sólo Baleares, Navarra y La Rioja están en una situación técnica de pleno empleo y junto con Madrid, Aragón y Cataluña constituyen el núcleo económico que nos acerca a la media europea, lo que representa el 37% de la población española; otro 43% está por debajo, pero no demasiado lejos de la media con posicionamientos cercanos a ella, como País Vasco y Valencia; y un restante 20% formado por el profundo sur, Andalucía y Extremadura, siguen lejos de las medias europeas a pesar de los esfuerzos realizados en ambas comunidades.

Las causas son meridianamente claras. En la carrera del desarrollo es básico el lugar de partida y resulta muy penoso y difícil que quienes empezaron con un notabilísimo retraso puedan alcanzar al resto sin ayudas externas singulares para hacerlo.

Estas ayudas prácticamente no existen. Tan sólo el PER podía acercarse, en cierta medida, a este conjunto de medidas singulares, que a estas comunidades se les debe, sobre la base del principio de Cohesión Territorial que debe regir en un Estado. Choca un tanto, que más allá de los perfeccionamientos del sistema, éste se suprima, cuando el camino debía ser justamente el contrario, sino queremos volver a levantar el espectro de la emigración, la pérdida del 2,15% de la población activa en Andalucía es todo un aldabonazo. No juguemos con fuego y añadamos a la injusticia el desarraigo.