Filólogo

Dejaría usted a su padre seguir trabajando si tuviera las mismas condiciones físicas que tiene el Papa? ¿Son inhumanos los hijos de la Iglesia que consienten que un anciano arrastre una precariedad física tan evidente? ¿Es celo apostólico o tenacidad de anciano la actitud del Pontífice? ¿Si la sociedad se define por la sensibilidad y el trato a los viejos, es entendible que la nuestra se embelese con un anciano que trabaja dieciséis horas al día?

Fieles y paganos están sobrecogidos por esa figura doblada sobre sí misma, a punto de caer en cualquier momento, de dificultosa vocalización, manos parkesianas y paso difícil. Pero ni fieles ni paganos dudan de que este hombre está cumpliendo el guión de Pablo de Tarso: "Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se renueva cada día", única razón que puede hacer entender la reciedumbre de un anciano que se atreve a decir a los señores de la guerra que no se puede matar.

Nietzsche llamó a Jesús de Nazaret el gladiador agonizante, apelativo que también le viene bien a este Papa. Aquel atleta venido del este ha ido muriendo en la cuchillada del turco Alí Agca, en las puñaladas de los curas pederastas americanos y en los navajazos de las monjas violadas en Africa. Su imagen dolorida y encorvada resulta más eficaz que sus encíclicas y más efectiva que esas canonizaciones al por mayor de los caídos de un solo lado por las que siente especial devoción.

Pero nadie permanece impasible ante un espectáculo como el que nos da el hombre lleno de fe y cada día más vacío de vida. El suyo es un mensaje, por encima de credos y doctrinas, de fortaleza y entrega a su causa. Cuentan que ante tanta penuria y cansancio físico como soporta, algunos de entre los más cercanos le ha insinuado la posibilidad de retirarse, pero tiene la respuesta a punto: ¿Se bajó Jesucristo de la cruz? Este es el hombre.