WCwanadá ha aumentado el número de focas que se podrán cazar esta primavera en sus costas: 350.000, un 15% más que en el 2003. La población de estos animales se ha triplicado en 20 años, hasta aproximarse a los seis millones, y su proliferación está esquilmando --junto con la pesca irracional-- los bancos de bacalao y arenque. Grupos de defensa de los derechos de los animales han intentado reactivar la campaña que en los años 80 consiguió atajar la matanza y comercio de estos mamíferos. Pero esta vez los mayores grupos ecologistas no se han sumado a las quejas.

La decisión tiene sentido desde el estricto punto de vista del equilibrio ecológico: la especie no está en peligro y, ante la superpoblación provocada por la disminución de sus predadores naturales, el hombre pasa a ejercer este papel. Otra cosa es si, desde la perspectiva de la sensibilidad hacia el sufrimiento de los animales, las medidas emprendidas para disminuir la crueldad de las cacerías están siendo aplicadas realmente.

Esta polémica nos recuerda cómo, al igual que en el caso de la instalación de parques eólicos, ecologismo y conservacionismo no son necesariamente sinónimos. E incluso a veces es necesario elegir entre ambos.