Los principales datos de la marcha de la economía española este año indican que seguimos en índices mucho más positivos que los países de nuestro entorno. No vamos mal gracias a que el sector de la construcción y los bajos tipos de interés siguen tirando de la actividad económica, aunque el consumo de las familias ya presenta síntomas de agotamiento. La versión del Gobierno aún es más idílica: si España crece el doble de la media europea, se debe a su política de reducción de impuestos y al modelo presupuestario basado en el déficit cero.

Ni tanto ni tan poco. El Gobierno español puede atribuirse cada vez menos los indicadores económicos que le son más favorables, porque no tardarán en notarse también los efectos de la recesión en los principales países de la Unión Europea, que para España supondrá que les venderemos menos productos, incluidos los paquetes turísticos. Entre las causas oficiales del llamado milagro español también se omite el fenómeno de la inmigración, que sí advierten los analistas económicos: tengan o no papeles, decenas de miles de inmigrantes han contribuido a cambio de sueldos miserables a una parte de ese crecimiento que pone a España entre los países ajenos a la recesión europea.